Contrario a lo que ha ocurrido en otras alcaldías de la CDMX, en donde se ha privilegiado el desarrollo incluyente; en la Alcaldía Cuauhtémoc se vive un proceso de gentrificación, que lo mismo ha afectado el tema de vivienda, que aspectos como los servicios públicos, la inversión en obra pública y la seguridad.
Para nadie es secreto, por ejemplo, que los trabajos de “bacheo” se han concentrado en las colonias de mayor nivel socioeconómico, dejando en segundo plano las llamadas “colonias populares”. Lo mismo ha ocurrido con temas tan delicados como el combate al robo de autopartes, que curiosamente ha disminuido únicamente en las zonas de alta plusvalía.
Una de las causas de este proceso, que ha terminado por afectar a las personas de menores ingresos, es la apertura descontrolada de puntos de comercio como bares y centros de esparcimiento nocturno, que incrementaron hasta en un cuarenta y cinco por ciento en un año (pasando de 2 mil 749 en 2021 a 4 mil en 2022).
Lo que esto provoca es que colonias tradicionales y el propio patrimonio histórico de la Alcaldía, se ven desplazados por nuevas construcciones e incluso por nuevas identidades (cambio de nombres o fachadas) que pretenden “incrementar” el valor de esas zonas. Demoliciones sin la autorización de instancias como el INAH, el INBAL o la SEDUVI forman parte de este fenómeno.
En la colonia Santa María la Ribera, por ejemplo, los costos de vivienda pasaron de 4 mil pesos en promedio (por un departamento), hasta 20 mil pesos, debido al proceso de gentrificación que se vive. Esto, repito, provocando el desplazamiento de las personas de menos recursos.
A esta situación, por cierto, hay que sumar el condicionamiento de apoyos desde la Alcaldía, para la mejora de Unidades Habitacionales y otras viviendas de interés social, que ha sido denunciado por vecinos de la demarcación y que obviamente aumenta las brechas de desigualdad.
Pero como parte de esa gentrificación, con la cual se busca construir una Alcaldía para unos cuantos, los de mayor poder económico, también se ha llegado a excesos como impulsar una “limpieza social” (de personas en situación de calle) y la modificación del entorno urbano (como los rótulos de los tradicionales puestos), para que la Cuauhtémoc, dicen las autoridades de la demarcación, “ya no sea de pobres”.
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Nuestra Alcaldía es rica en historia, colores y folclor, en donde coexisten colonias de rica tradición popular como Tepito, la Guerrero, la Lagunilla y la Obrera; lo mismo que aquellas de tradición artística como la Roma y de vida nocturna, como la Condesa.
Aquí, en la Cuauhtémoc se concentra por lo menos el cuarenta y cinco por ciento de la actividad comercial de la capital. Y al mismo tiempo, yacen aquí templos, museos, hoteles, teatros y galerías, entre otros espacios de enorme valor cultural e histórico; que son irremplazables. El Templo Mayor, Palacio Nacional, Bellas Artes y el Museo Nacional, entre muchos otros.
El proceso de gentrificación que hoy vivimos no es cosa menor, pues se trata de nuestras familias que poco a poco son desplazadas de sus zonas de esparcimiento y convivencia. De su estilo de vida, de su arraigo y de su identidad.
Entender que somos una demarcación multicultural y bajo un crisol de formas de pensar y de vivir es fundamental, pues nadie puede imponernos una sola visión o un estilo de vida único. Quienes auspician un proceso de esta naturaleza y asumen que por gobernar tienen el derecho de hacerlo, van en contra de la transformación que hoy vivimos. Hoy se gobierna para todos, no para unos cuantos.