Por supuesto que sí, porque a nadie le queda duda de la enorme capacidad de las mujeres para tomar decisiones, administrar recursos y entregar resultados. Han sido muy pocas las mujeres que han sido cuestionadas en su desempeño, y normalmente esto ha estado relacionado con factores externos. En la gran mayoría de los casos, los números demuestran que cuando las mujeres asumen responsabilidades, la ciudadanía se beneficia.
Esta lucha lleva décadas avanzando y no ha sido fácil ni está completa. Las grandes empresas aún muestran reticencia a confiar en las mujeres. Si analizamos sus organizaciones, veremos que, además de la persistente brecha salarial, muy pocos puestos directivos han sido ocupados por mujeres.
Sin embargo, en aquellas empresas donde las mujeres han tenido un papel importante, los beneficios se extienden a toda la comunidad.
El país está más que preparado para ser dirigido por una mujer y estamos a solo meses de que esto ocurra. Sin duda, la visión será diferente y las prioridades estarán marcadas por una agenda de igualdad de género en primer lugar, lo que se reflejará en todas las decisiones y en la configuración del gabinete.
No podemos olvidar que lo que una vez se consideró una imposición de cuotas de género ha demostrado no solo su eficacia sino también su impulso para que las mujeres se preparen mejor, sean más resolutivas y se comprometan más con sus comunidades.
Sí, las plataformas políticas pueden variar, pero el trabajo constante y los resultados de cada una demuestran la importancia de las mujeres en el servicio público. En ambos casos, con posturas progresistas que han beneficiado y protegido a las mujeres, pero con la conciencia de lo que representan y de los desafíos que enfrentan.