Las mujeres hemos trabajado durante mucho tiempo para lograr ocupar los espacios para los cuales nos hemos preparado en todos los ámbitos de la vida. La política no es la excepción. Por eso, establecimos desde la Constitución el mandato de tener una paridad de género auténtica.
Las mujeres contamos con todo lo que se requiere para hacernos cargo de cualquier responsabilidad, por supuesto, incluso la más alta en este país, como es la presidencia de la República.
Las mujeres hemos demostrado nuestra capacidad, sentido de la responsabilidad y que poseemos valores y principios de honestidad que garantizan un alto nivel de desempeño.
Existen infinidad de ejemplos de lo que las mujeres son capaces de hacer al dirigir instituciones a nivel local y nacional, como jefas de gobierno, gobernadoras, legisladoras y funcionarias en todo tipo de cargos públicos en el país y en el extranjero.
Las mujeres entregan resultados, y es necesario tener plena certeza de que si el electorado elige en 2024 a una mujer para ocupar la presidencia, lo hará al máximo de sus capacidades y con total compromiso con el desarrollo de México.
Tenemos la seguridad de que la transformación del país continuará y se profundizará con el trabajo de una mujer al frente del país. Más que una cuestión de género, es indispensable que toda la ciudadanía se una y apoye a quien conducirá los destinos de la nación, que, por primera vez en nuestra historia, muy probablemente sea una mujer sensible, capaz y comprometida con el progreso de la sociedad.
Quede claro que se trata de elegir bien. La mujer que sea presidenta debe ser alguien congruente en su vida y en el quehacer público, con experiencia exitosa, con genuina vocación social; que anteponga los intereses de quienes menos tienen por encima de los intereses particulares; que se distinga por su honestidad y que tenga un auténtico pensamiento progresista. Esa es la mujer que beneficiará a México en los siguientes seis años.