Por el movimiento irregular de los labios y la monotonía de las frases, podemos identificar que se trata de una falsificación hecha a través de un programa de video basado en inteligencia artificial. Sin embargo, a lo largo del supuesto comercial, se necesita poner atención para no caer en un engaño que involucra la imagen de dos periodistas y la del principal empresario del país (y del continente) recomendando invertir en una supuesta plataforma que vende acciones de Pemex.
En otras oportunidades he advertido sobre la transición de delitos reales a delitos virtuales, ambos igual de dañinos para cualquier sociedad. Si antes eran los herederos de un tesoro en África que pedían un favor para recuperarlo en un correo electrónico, y luego fue una voz que aseguraba que tenían rodeada la casa de la víctima para incomunicarla y chantajear a sus familiares y contactos, ahora estamos ante la posibilidad de ver y de escuchar a personas públicas que son clonadas con una fidelidad que podría espantarnos en poco tiempo.
Sin embargo, los principios de la prevención -que es la mejor seguridad que podemos proporcionarnos como ciudadanos- siguen vigentes, no importa cuánto avance la tecnología. El primero es simple: si algo suena o se ve demasiado fácil o bueno, hay que verificarlo. Y no es un asunto de promover la desconfianza, es que la vida es mucho más compleja de lo que la publicidad nos hace creer. Existe la suerte, pero es precisamente por su excepcionalidad que la consideramos un factor difícil de predecir y menos de controlar. La sugerencia es convencernos de que no hay atajos y nadie, a menos de que se trate de un ser querido, regala nada solo porque sí. Tampoco está mal tener fe en que todo irá mejor, solo que el acto de fe más poderoso que hay es dar el primer paso hacia dónde queremos estar y lograr.
No es mi intención atacar cualquier consejo de autoayuda o técnica que nos permita enfocarnos en metas y objetivos, pero en una época de desinformación es fácil construir imágenes y juntar palabras para tratar de convencer de situaciones que no son reales. Influir en nosotros es la nueva meta de compañías, partidos y movimientos sin escrúpulos. Hoy, parece, tienen mejores herramientas para hacerlo.
El segundo principio es reflexionar antes de entrar en pánico o en euforia. Si la oferta es tan maravillosa ¿por qué me llega a través de un mensaje instantáneo o aparece en un video? ¿Existe un número al cual pedir más información? ¿Qué dicen los noticieros al respecto? Entre más elementos tengamos para tomar una decisión, particularmente una económica, será más difícil que nos tomen el pelo.
Hemos visto cientos de esquemas de fraude que han sido respaldados por deportistas profesionales, actrices, políticos, modelos y hasta premios Nobel, con la única diferencia de que ahora podremos ver a sus avatares hablarnos directamente para intentar engañarnos. Lo mismo con llamadas de extorsión, cuyo audio será casi idéntico a la voz de un ser querido y que, en el impacto de un posible daño en su contra, no podremos distinguir si es algo montado o no. Aquí es donde la templanza y la calma juegan un papel fundamental. Aunque escuchemos la voz exacta de una persona cercana, debemos colgar y buscarla en su número celular, en el de su hogar, por medio de un correo o de otra persona que pueda estar en contacto con ella o con él. Es decir, no dejarnos llevar por ninguna reacción o arrebato, hasta no contar con evidencia de un posible delito. Eso es lo que nos toca.
Y también nos corresponde un tercer principio. La denuncia. Con todas sus imperfecciones, es la mejor herramienta que tenemos los ciudadanos para evitar la impunidad y resolver un daño. Si denunciamos, y valen las que son hechas en redes sociales y plataformas públicas para alertar a las autoridades, dejamos constancia de lo que ha sucedido y cómo sucedió. Eso permite estar preparados para difundir un nuevo modus operandi o alguna variante nueva de un delito en el que podrían caer otros ciudadanos. Una de las fortalezas de la delincuencia es el aislamiento de sus víctimas y no hay una más aislada que la que no cuenta con buena información.
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Cuando iniciaba el comercio electrónico, se hablaba mucho acerca de la costumbre que tenemos los latinos de tocar y probar los artículos que deseábamos adquirir. A eso se le sumaba nuestra afición por asistir a tiendas y a centros comerciales para interactuar con muchas otras personas que también iban a ver y a ser vistas. De acuerdo con los números públicos de ventas en el ciberespacio, eso ya cambió y los consumidores mexicanos estamos experimentando el conocido placer de recibir todo tipo de mercancías a la puerta de nuestra casa y, si no son de nuestro agrado, devolverlas hasta que lo sean. Esto ha abierto muchas alternativas para tratar de sorprendernos y, temo, solo irán en aumento.
No obstante, también nuestra cultura de la prevención puede crecer para reducir al mínimo las oportunidades de la delincuencia, ya sea en el mundo real o en el virtual. Nada más tratemos de tomar con reserva cualquier material audiovisual que nos llegue o que veamos mientras estamos conectados a internet. Hasta el mejor de los consejos no cae del cielo y el golpe de suerte que todos merecemos siempre surge justo cuando nos levantamos en la madrugada y nos vamos a trabajar por lo que deseamos.