Por César Alarcón Alfaro
La OMS define a la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad” (OMS, 2011). Reflexionando un poco en esta definición cabe preguntarse ¿qué tanto esto es posible aplicarlo cuando pensamos en las personas que no rebasan los 18 años y que, por tanto, se encuentran ubicados dentro de las etapas de la vida de la adolescencia y la infancia?
Se puede decir que la evolución del concepto de infancia ha sido análoga al concepto de salud mental. A principios del siglo pasado a los niños, se les consideraba seres incapaces, desvalidos y que tenían que superar esa condición para llegar a ser adultos aptos para poder desarrollarse y adaptarse al mundo. Debido a esa idea, en muchas ocasiones a los niños no se les permitía tener acceso a muchos servicios y cuidados que se destinaban para personas de una edad más avanzada (la promulgación de los derechos de la infancia data de 1989). En ese sentido, la salud física de los niños era algo poco tomado en cuenta, y la salud mental, ni siquiera aparecía en el mapa.
En la época actual, y a grandes rasgos, todo esto ha cambiado, no se concibe a una persona tratando a un niño o una niña, como menos importante dentro de la familia, o negándole el acceso a ciertos cuidados y atenciones necesarias que mantengan la vida. Sin embargo, la salud mental de los niños sigue siendo un tema en el que hay mucho camino por recorrer.
Puede ser que un padre o una madre no le nieguen la atención física y médica a un niño o niña, sin embargo, si se trata de emociones, suele pensarse que los niños aún no las saben manejar y se evita hablar de ellas, si un infante es demasiado activo o desobediente, se le valora como algo que pasará con la culminación de la infancia y no se le brinda atención, si un niño es introvertido y callado, se valora como algo positivo, debido a que es un buen niño. Si bien, todas estas actitudes de los adultos hacia los niños pueden ser entendibles debido al desconocimiento de la forma esperada de comportamiento de un niño de acuerdo con su edad cronológica, es importante, que los cuidadores se mantengan atentos ante los cambios en la conducta de los niños para acercarse y preguntar, y evitar asumir situaciones que pueden no estar pasando o cuyo origen sea distinto al que los adultos percibimos. Y si la situación prevalece, es muy intensa o se reconoce la dificultad para su manejo, que sea posible el acercamiento a instituciones públicas o privadas de atención a la salud mental en los niños.
C7 Salud Mental es un espacio donde también contamos con especialistas en niños y adolescentes, acércate si tienes dudas respecto a su comportamiento.
César Alarcón Alfaro
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