La mayoría de las enfermedades que nos afectan pueden prevenirse, pero los factores que influyen para que no lo logremos son diversos. Uno de los más comunes es la falta de atención a nuestra salud física y mental.
Y no es que tengamos desinterés por nuestro estado, sino que nos hemos acostumbrado a visitar al doctor solo si nos sentimos lo suficientemente mal. Muchas veces, eso viajes al doctor llegan demasiado tarde y lo que viene es el doloroso camino para, primero, atenderse y luego recuperarse. Nuestra histórica desconfianza en el sistema público de salud no ayuda a la prevención; sin embargo, éste se encuentra en una etapa de pleno rescate y los servicios preventivos que ofrece el IMSS son la diferencia para millones de mujeres y hombres que detectan a tiempo una enfermedad.
Apenas hace dos días celebramos otro aniversario en contra del cáncer de mama, un tipo de esta terrible enfermedad que cobra la vida de mujeres de todas las edades cada año, la mayoría que pudieron salvarse con un diagnóstico oportuno. Es fundamental que la cultura de la prevención acerca de este cáncer se amplíe y se convierta en una tarea de toda la familia, y de las parejas, quienes son clave para su detección.
Otras enfermedades, tristemente comunes en nuestro país, como la diabetes, la hipertensión y diferentes cardiopatías, pueden anticiparse si nos hacemos el hábito de verificar nuestro estado de salud cada seis meses o cada año. Sé que nuestra primera reacción es pensar en el costo de análisis, estudios, consultas y hospitalizaciones, pero mantener un buen registro de nuestra salud es un proceso que no debiera ser costoso. En este mar de información en el que vivimos hoy, contamos con muchas fuentes serias y autorizadas que nos comparten medidas que contribuyen a estar sanos y, aunque el sistema de salud privado tiene que revisar su objetivo de ganancias para ayudar a más personas, existen opciones, por ejemplo, en el mercado de los laboratorios que se están volviendo accesibles.
Lo principal siempre será contar con un sistema de salud pública universal y gratuito. Me consta, por la colaboración que tiene el Servicio de Protección Federal con el IMSS, que la transformación de clínicas y hospitales, entre otras instalaciones, ha permitido revertir en cinco años lo que se desarticuló en casi cuarenta, cuando la apertura económica nos convirtió en el paraíso de la comida rápida y las calorías vacías.
Una dieta balanceada, con menos ingesta de azúcar y harina refinadas, son un primer paso para disminuir el riesgo de padecimientos que luego se vuelven crónico-degenerativos. Hacer ejercicio, beber agua natural, mantenernos ocupados mentalmente, son acciones que podemos llevar a cabo desde esta mañana y no esperar a que sean ordenadas por un especialista. La cocina mexicana, lo he escrito antes, es uno de los patrimonios más grandes que hemos aportado al mundo; pero debemos consumirla por nutrición y no solo por antojo. Todos conocemos la mejor taquería de México, ese no es problema (salvo para los taqueros que se disputan el primer lugar), lo que realmente importa es que sepamos equilibrar lo que nos gusta con lo que nos alimenta. Y en eso no cuenta la lechuga que se le agrega al pozole, ni el cilantro en una buena orden de suadero.
En otras ocasiones he recibido críticas directas y públicas por no estar consciente de los precios de la comida en la calle. Lamento compartir que, muchas veces, puedo hacer la suma de lo que se gasta una persona que va hacia el trabajo y se toma el tiempo para desayunar una torta de tamal, con un vaso con café azucarado y hasta un pan de dulce de tamaño regular. No es un menú barato y, si pensamos que las sopas instantáneas con un refresco lo son, también nos equivocamos.
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Tener un espacio acondicionado para que la gente pueda calentar comida que trae desde su casa es una opción que debe contemplar cualquier oficina pública o privada. Sé que ahora hablaremos de que falta tiempo para preparar alimentos para una semana laboral; sin embargo, los cientos de videos de recetas que se suben a diario en redes sociales y en plataformas, contradicen la posibilidad de que alguien no pueda cocinar con variedad.
El fondo de este asunto es la prevención. Educarnos para comer bien y nutrirnos es parte de una formación correcta como ciudadanos que, conforme pasen los años, nos permitirá vivir plenamente, disfrutar sin achaques o enfermedades graves, y aprovechar cada momento de nuestra existencia.
No hay ninguna relación directa entre comer sano, pero sin sazón, y comer sabroso y grasoso. Opciones hay, lo que nos falta es el hábito de buscarlas e incorporarlas en nuestras rutinas. Una de ellas, podría ser acudir al médico solo para conocer cómo estamos y cómo podemos mejorar, en lugar de hacerlo cuando hemos agotado todos los remedios caseros, o peor, la automedicación.
Cuando se tiene salud, se tiene todo. Sin ésta, cualquier otro satisfactor se vuelve inútil. Acudamos a evaluar nuestro estado, hagamos lo necesario para prevenir enfermedades (sobre todo las que podemos heredar de padres y abuelos) y tomemos una nueva consciencia acerca de lo que es vivir sano. No esperemos a perder algo tan valioso, para comenzar a valorarlo.