El tema de los desastres naturales rebasa cualquier predicción o preparación, ya que es tan fuerte el vigor de su aparición que no existe medida que ayude a paliar los efectos devastadores de su presencia; lo hemos visto en países con mayores recursos económicos y protocolos de actuación más sofisticados, en donde ni con toda la anticipación ni acción se ha logrado evadir los efectos que tienen a su paso estos fenómenos.
En este momento no podemos lamentarnos por lo que pudo haber sucedido sino enfocarnos en lo que ya sucedió y empujar todas y todos para el mismo lado con la única finalidad de ayudar a todas las personas que resultaron afectadas con el paso de Otis. Este momento es el que debe apresurarse para hacer un estimado de los daños y entregar ayuda humanitaria de forma prioritaria, porque los efectos son evidentes en la urbe que tiene hoteles de lujo con infraestructura más sólida y que poco o nada pudieron hacer al respecto.
Y, más allá de eso, debemos centrar la atención en las comunidades que viven en casas con una estructura más frágil y que no han sido el foco de atención mediático porque las imágenes, en teoría, no resultan tan devastadoras como pasa con edificios, plazas comerciales e infraestructura gubernamental. Esas comunidades que viven niveles de pobreza relevantes son las que necesitan todo el apoyo para resguardarse y para asumir el peso de todo el trabajo que perdieron con sus tierras arrasadas en las cosechas y sus pocas pertenencias perdidas absolutamente.
Este no es momento para hacer leña del árbol caído, para utilizar la situación con fines políticos ni para lucrar con la tragedia. Este es un momento que distingue a los mexicanos y su solidaridad entre el propio pueblo, sin manos con intereses y con todo el deseo de hacer resurgir una zona que es representativa de nuestra cultura, nuestro turismo y nuestras miles de historias que se han gestado en un lugar mágico como la costa guerrerense.
Sin duda alguna, todas y todos los actores políticos debemos pugnar porque esa zona se recupere lo más pronto posible. De la mano de las autoridades debemos hacer que lleguen los recursos no solo para paliar la tragedia sino para reponer la zona que tanto ayuda a la economía y a la sociedad mexicana. La magnitud de la tragedia nos hace pensar que debemos actuar de la mano de autoridades y sociedad civil para resolver el problema inmediato y, de ser posible, encontrar opciones de acción para casos futuros; solo juntos y sin intereses es que podemos estar seguros.