Por Verónica Corral Berumen
Transcurría una tarde donde el sol era tenue y su luz invitaba a tomar una taza de café con uno mismo o, con ese grupo de amistades que tanto ayuda en momentos de crisis, y cuando la soledad parece apoderarse de los pensamientos. Es muy común que aparezcan los siguientes cuestionamientos…
¿Qué he hecho con mi vida? Algo sucede en mí, que me impide disfrutar y gozar. El esfuerzo puesto en tantos sueños y los logros que he tenido, no son lo esperado. Debí esmerarme más. Lo que he logrado, ¿qué es? -he dejado de tenerlo presente-, ¡hay algo que me impide apreciarlo y darle su justo valor! ¿Pero qué es lo que me sucede? El sentido de responsabilidad para con la familia, el trabajo o, la relación con las amistades, se convirtieron más en un deber, que en el placer de estar en su compañía, pero… ¿cuándo sucedió esto? Y, ni que decir de los gustos y actividades que anteriormente disfrutaba tanto…. Todo ha pasado a un terreno plano, pasivo, estático, sin ánimos, ni interés. El mundo lo miro en tonos grises.
Esto sucede en el mundo interior, y en el mundo exterior prevalece lo inmediato, dónde “pide lo que quieras y lo tendrás con solo un dedo”. Sin considerar lo que sucede ante la pregunta ¿qué quieres comer? y tienes cincuenta opciones, sin embargo, no se te antoja nada. Estamos inmersos en una sociedad en la que el distanciamiento entre el adulto mayor, adulto, joven y niño es cada vez mayor debido a la tecnología, aunque en la conducta esperada para responder a un evento, se exige cada vez más a los extremos, me refiero al adulto mayor y a los niños. Al niño se le pide un comportamiento de adulto asignándole responsabilidades y actividades que no son para su edad y, al adulto mayor, al ir perdiendo fuerza y destreza física, se le incapacita y menosprecia en sus facultades, cuando aún tiene mucho por brindar.
Los roles de la familia se diluyen, no importa quién realice qué, la función o el rol que se desempeña puede ser cubierto por cualquier persona que funja como miembro de la familia. ¿Es realmente así cómo funcionaremos mejor?
En la casa de los abuelos a la hora de sentarse a comer, cada integrante de la familia tenía un lugar asignado, así que nadie podía sentarse ahí, pues se sabía que esa silla tenía dueño y si otra persona se sentaba, te reclamaban. Todos sabíamos quién aún faltaba por llegar.
¡No te dejes abatir!, recuerda tú tienes un lugar, rol, papel o función que desempeñar en este mundo que es importante y necesario. Hoy te encuentras aquí leyendo este mensaje para recordar la grandeza de tu ser. No permitas que la depresión, el estrés o la ansiedad avancen, acércate al Consultorio C7, conocerás diversas formas para sentirte con aliento nuevamente.
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