Independientemente de lo politizado en que se convirtió la tragedia causada por el huracán Otis, en Acapulco, Guerrero, debemos observar a detalle y con base en el rigor científico, que de acuerdo con análisis internacionales y nacionales, sí hay razones irrebatibles sobre la fuerza devastadora que alcanzó el meteoro en tan solo unas horas, y de ser tormenta tropical pasar a huracán categoría 5: se debió al cambio climático y el calentamiento global, provocados en mayor medida por los efectos y las implicaciones de seguir emitiendo Gases de Efecto Invernadero (GEI) al ambiente.
Por desgracia, hasta ahora en el concierto internacional, México incluido, se ha tomado a la ligera la serie de consecuencias e impactos, cada vez más intensos, que el calentamiento global provoca en el medio ambiente, los ecosistemas, la flora, la fauna, la salud y la vida humana.
En este sentido, amables lectores, hay que tomar muy en consideración las opiniones de especialistas, como Rosario Romero, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien afirma que es muy probable que el incremento de temperatura en los océanos junto con la mayor capacidad de la atmósfera para contener la humedad, podrían estar haciendo que los huracanes sean cada vez más intensos y pasen de menor a mayor categoría en menor tiempo.
Añade la científica universitaria que fenómenos naturales como Otis siempre han existido, pero ahora se darán con mayor fuerza, intensidad y frecuencia. Por su parte, la Administración Nacional Oceánica de Estados Unidos estima que si las temperaturas del planeta siguen al alza, los huracanes categorías 4 y 5 también irán en aumento.
Ahora bien, amables lectores, el cambio climático sucede básicamente por la quema de combustibles fósiles, como gas, petróleo y carbón; son prácticas que no disminuyen, aun cuando hay esfuerzos globales para hacerlo, como los convenios internacionales liderados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
México, en este contexto, es uno de los países considerado como una nación “poco cooperativa” para revertir o, por lo menos, disminuir el cambio climático. Aun cuando México firmó y se involucró en el Acuerdo de París para luchar contra el calentamiento global, y que en la Ley de Cambio Climático se contempla llegar al 2024 con el 35 por ciento de energías renovables, es decir, limpias, surge la interrogante de cómo logrará esta meta, si día a día se promueve en sus actividades industriales y de movilidad, el uso de petróleo, carbón y combustóleo, elementos totalmente perjudiciales a la atmósfera.
No se ve hasta ahora en México voluntad política suficiente para entrar de lleno al combate del cambio climático y el calentamiento global y contribuir, junto con otras naciones comprometidas con un medio ambiente sano, a disminuir ese flagelo que cada día se vuelve más grande como un monstruo de varias cabezas indestructible.
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El gobierno mexicano tiene un papel fundamental en la lucha por un clima más seguro y un futuro sostenible para el planeta. De no ser así, ¿cuántos huracanes Otis nos esperan en un futuro, cobrando vidas humanas y devastaciones de ciudades?
Hasta la próxima.