A lo largo de la historia hemos sido testigos del fenómeno migratorio por diversas y complejas razones, entre las que se destacan las económicas, políticas o por conflictos bélicos. Sin embargo, en los años recientes hemos tenido que incorporar a estas razones la del cambio climático.
El cambio climático es uno de los mayores desafíos del siglo XXI, que va más allá de los fenómenos meteorológicos extremos. Una de sus consecuencias es la migración, originada por los efectos de huracanes más intensos, sequías más duras y prolongadas o inundaciones catastróficas.
Nuestro continente desde luego que no se escapa de esta realidad, donde estos eventos, exacerbados por el calentamiento global, han impactado directamente en la capacidad de comunidades enteras para mantener su modo de vida tradicional. Como resultado, muchos individuos y familias se ven obligados a abandonar sus hogares en busca de condiciones de vida más seguras y sostenibles.
A manera de ejemplo, en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, donde sus poblaciones rurales tienen a la agricultura como la principal fuente de sustento, se han visto afectadas por sequías más intensas, el aumento de las temperaturas y lluvias extremas, generado la pérdida de sus cosechas y la imposibilidad de mantener sus modos de vida. Esto se ha traducido en más de 2 millones de personas afectas por esta situación, teniendo como resultado un éxodo masivo hacia áreas urbanas internas de sus países y, en muchos casos, a la migración transfronteriza en busca de oportunidades económicas más prometedoras.
La migración climática está generando desafíos importantes para los gobiernos y las comunidades receptoras, como comienza a serlo Querétaro. Este fenómeno nos plantea preguntas sobre la seguridad, la gestión de recursos y la capacidad que tenemos para integrar a los recién llegados. Además, genera un aumento y presión por recursos limitados, por ejemplo, el agua, lo que podría dar lugar a tensiones y conflictos.
Sin embargo, la migración también puede ofrecer oportunidades. Los migrantes, con adecuadas estrategias impulsadas por el sector privado, pueden contribuir a nuestro desarrollo económico. Asimismo, la diversidad cultural y la mezcla de habilidades pueden enriquecernos, generando un intercambio positivo en el tejido social y económico.
La migración causada por el cambio climático en nuestro continente y particularmente estado es una realidad ineludible, que presenta desafíos significativos, pero también ofrece oportunidades para la innovación, la colaboración y la construcción de una sociedad más fuertes y sostenibles. El abordaje de este fenómeno requiere una acción coordinada a nivel local, nacional e internacional para mitigar sus impactos y construir un futuro más resiliente para todos. Pongamos manos a la obra.
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