Es verdad que estamos en un momento en que la paridad de género es ya una realidad y que se extiende cada vez más en los distintos ámbitos del país. Sin embargo, es indispensable considerar que los cargos de toma de decisión y de poder para las mujeres no deben ser solo por el simple hecho de ser mujer, sino por nuestra formación profesional y experiencia.
Ocupar cargos solo por ser mujeres es vulnerar la propia paridad y equidad de género, pues no se trata de un premio de consolación ni para quedar bien, se trata de que quienes ocupemos ese espacio sea un reconocimiento a nuestra trayectoria. Y eso no sucede precisamente en la elección de la nuevo integrante de la Suprema Corte.
El espacio que dejó Arturo Zaldívar, no puede ser ocupado por una mujer solo por el simple hecho de ser mujer. Claro que es bien visto que las mujeres cada día demos un paso más, pero no para estar subordinadas.
Por muchos años las mujeres hemos buscado y luchado por obtener espacios en la toma de poder y decisiones por nuestro trabajo y capacidad, no hacerlo de esta forma, es preservar el patriarcado y el machismo.
Nadie duda de las capacidades de quienes conforman la terna, pero es claro, y dicho por expertos, que no cuentan con el perfil jurista que se requiere para ser ministra de la Suprema Corte.
Es una incongruencia que Zaldívar renuncie a la Corte por su simpatía al régimen en turno y por sumarse a la campaña presidencial de la candidata del gobierno, y al mismo tiempo, quienes han sido propuestas sean simpatizantes y militantes del partido en el poder.
Lo anterior, lo único que demuestra una vez más, es que el presidente quiere una Suprema Corte a modo, que le cumpla sus caprichos, que le permita destruir la división de Poderes, y todavía más peligroso, acabar con la democracia.
PUBLICIDAD
La justicia no debe ni puede tener color partidista, debe ser totalmente autónoma, sin filias ni fobias, porque la justicia no puede estar supeditada a los deseos de grupo o particulares, la justicia siempre ve por el bien común.
Es verdad que el proceso de selección que marca la Constitución, señala que de no ser aceptada ninguna terna, el presidente nombrará al nuevo o nueva ministra de la Corte por designación, con lo que quedará más que demostrado, que al mandatario federal le urge por hacerse del Poder Judicial.
La nueva ministra o ministro de la Suprema Corte comenzará labores con un tufo de autoritarismo y de subordinación, cosa que no sorprende, pues quien renunció a ese encargo era justamente lo que hacía, ser leal a un proyecto de gobierno y no a la Constitución, a la cual se supone se debía.
Una Corte a modo no le conviene a México, a nuestra democracia, a la ciudadanía, y mucho menos, a la división de Poderes.