Sí, aunque dada la gravedad del problema resulta claro que faltan cosas por hacer, lo cual quiere decir que se han tomado decisiones adecuadas porque vamos por buen camino y se han visibilizado los problemas de fondo que no se pueden resolver a corto plazo, ya que como en toda problemática social, algunas temáticas requieren atención inmediata y profunda a la vez para lograr los efectos esperados en la sociedad.
La violencia de género es un problema que se encuentra arraigado en nuestro país, tanto en las estructuras institucionales como en la forma de concebir la dinámica social por parte de muchos hombres y, lamentablemente, también de mujeres, perpetuando conductas que se normalizan o que, por lo menos, se evaden de una realidad que lastima profundamente a las mujeres que buscan una vida alejada de la violencia y más cercana a la igualdad en condiciones idénticas respecto de nuestros pares los hombres.
Hoy existen protocolos, refugios, medidas de protección y hasta idea de juzgar con perspectiva de género, lo cual ha permitido, por lo menos, frenar la escalada de violencia que vivían las mujeres en grados extremos.
Eso sí, no podemos negar que prevalecen los actos violentos en muchas de sus formas e, incluso, algunos de ellos se han transformado para no ser percibidos como tales.
Por ello, más que sanciones, más que protocolos, lo que necesitamos es un cambio social en el que realmente haya una consideración de igualdad y no violencia, ya que de nada servirán las políticas públicas si antes no transformamos nuestra cosmovisión respecto de los nuevos roles que desempeñan las mujeres.
De hecho, por eso propusimos hace poco reformar la Ley General de Educación para incluir contenidos que, desde muy temprana edad, se refieran a la importancia de la igualdad de género y la no violencia, de tal manera que las nuevas generaciones ni siquiera cuestionen el respeto a la integridad femenina, entendiendo que el cambio está en todos y cada uno de los y las mexicanas.