Este año la plataforma Remitly le preguntó a los niños de todo el mundo qué querían ser de grandes. Debo decir que en mis tiempos las respuestas más comunes eran astronauta, doctor o futbolista, pero los tiempos han cambiado: en países como México, Ecuador, Colombia, Venezuela, Argentina o España la respuesta es rotunda, los niños quieren ser… influencers. ¿Pero qué es realmente un influencer y por qué tantos y tantos jóvenes sueñan con eso?
Los influencers vienen en todos los tamaños, formas y colores. En estos tiempos digitales de redes sociales, views y streaming, hay influencers de moda, arte, televisión, música, videojuegos y hasta influencers virtuales hechos por computadora. Aunque hay personajes que siempre han tenido seguidores, desde la antigua Grecia, nuestra idea de “Influencers” nace en este siglo y comparten ciertas características: son líderes de opinión, tienen un grupo de seguidores que los consideran autoridad en alguna materia, son activos en redes sociales y crean comunidades. Esto último es muy importante: no solo se trata de seguir sus opiniones sino sentirse parte de algo.
Algunos de estos influencers ni siquiera pensaban en serlo. Encontrar su lugar en el mundo digital fue una cuestión de suerte, talento y estar en el momento adecuado. Ese es el caso de Javier Ibarreche, a quien seguramente ustedes conocen por sus reseñas virales de series y películas: “Hace mucho abrí un canal de YouTube haciendo videoensayos sobre películas. Pero tenía ahí nada más como tres suscriptores y como dos views por video, de repente comencé a hacer videos en TikTok, completamente por aburrimiento y por ocio. Empezaron a hacerse virales, con cientos de miles de views y a mí me sacó de onda porque no podía ser real. Hice más y más videos, mis seguidores seguían creciendo y de repente ya me estaban convocando de estudios de cine, plataformas de streaming, para entrevistar gente ¡y todo en un momento en el que yo era maestro de secundaria!. En ese momento renuncié”.
Le conté que una cosa de la que estoy plenamente consciente es que ser un boom digital implica muchísimo trabajo, no solo es llegar y grabar. “¡Claro que sí! Mi horario de trabajo es complejo: a lo mejor un día pasé todo un día viendo películas o series, que es parte del trabajo, al otro día estuve escribiendo guiones, y al otro día me dedico a grabar. Y tal vez haya un cuarto día en el que estoy saturado y no veo redes, es bueno para la salud mental”.
Javier me contaba que él tiene muy claro que vendrá un momento en el que a lo mejor las cosas cambien y deje de ser tan popular. Me parece admirable que ahorita que está en la cresta de la ola, esté diversificando su espectro: obras de teatro, doblaje, stand up y hasta empresario. “Me queda claro que agarré TikTok en un momento correcto, cuando iba empezando a crecer en número de usuarios. Fue cuando yo me sumé a hacer contenidos, entonces los números crecieron de una manera en la que incluso ahorita ya no es posible”. Como diría Javier: parece que el Universo lo puso en ese lugar y momento para que funcionara la magia. Y esa magia hizo que nosotros ahora estemos hablando de su maravillosa influencia positiva en nuestro ecosistema digital.