¿Y qué tal si esta Navidad nos concedemos el regalo de aquello que soñamos para nuestra vida? Hemos escuchado esto de que no podemos dar lo que no tenemos, y que si no nos amamos a nosotros mismos cómo podrá ser posible que amemos a los demás.
Y esto se explica porque si nosotros no hemos procurado nuestra propia salud, dicha, plenitud, y felicidad, desde qué espacio podemos ofrecerlo. No se trata de egoísmo, se trata de ocuparnos de nuestra realidad para poder extenderla como una posibilidad de realización en la Tierra. La época navideña nos permite conectar con el amor de Cristo y sus enseñanzas, que nos orientan también al amor propio.
¡Ama a tu prójimo como a ti mismo! Y viceversa. Porque no es esto o lo otro, es uno con el otro. No hay más contagio que el ejemplo vivo de lo que somos. Para los niños, y también para los adultos, ¿qué es más impactante? Que desde el autocuidado de todas nuestras áreas de la vida podamos decirle a alguien que cómo podemos ayudarlo o que lo hagamos desde el descuido de nosotros mismos.
Estos últimos años han sido de grandes retos para la humanidad y esto ha requerido mucha de nuestra atención, energía, tiempo, esfuerzo y dinero puesto en cosas urgentes, emergencias, el cuidado de otros y en fin. Por esto, desde la esfera del más genuino aprecio por nuestro cuerpo, por nuestro Ser completo, por nuestros sueños, anhelos, proyectos, creaciones, ideas, podemos avanzar hacia una procuración de lo que hemos querido y no hemos podido lograr, ya sea por falta de tiempo, de recursos o de energía para ello.
Para ser grandes Maestros del Amor, tenemos que comenzar en casa, en el cuerpo que habitamos, y en el estado mental y emocional que mantenemos. Recordemos que la vida la experimentamos desde nuestra interpretación de lo que nos ocurre, por lo que será complicado que logremos sentirnos contentos, pacíficos, completos, si nuestra perspectiva es angustiante, pesimista, o llena de creencias que nos limitan en muchos sentidos. Desde esos escenarios internos será muy complicado que podamos si quiera sentir el entusiasmo necesario para transformar aquello que nos pesa, y aún más complicado hacerlo por los demás.
Hagamos de nuestra realización plena un faro de luz que se enciende para iluminar nuestro propio sendero y, como consecuencia, el de los demás. Estos tiempos en familia y entre amigos, también pueden ser muy propicios para que nos regalemos el aprecio y afecto que nuestra vida está reclamando para tomar el rumbo que sabemos que nos hará sentir mejor y para pedirle al Universo lo que requerimos, de la forma más honesta, cariñosa y gentil con nosotros mismos. ¡Muy feliz Navidad!