Noches en paz

"Bajarnos del automóvil a tratar de lastimar a otro conductor que nos cerró el paso, por ejemplo, es un hecho reprobable por el motivo que sea".
"Bajarnos del automóvil a tratar de lastimar a otro conductor que nos cerró el paso, por ejemplo, es un hecho reprobable por el motivo que sea". Foto: (Especial)

Una diferencia entre dos conductores, ocasionada por el tráfico de diciembre, es un hecho que podría considerarse normal en una gran ciudad. Nada que sorprenda y nada que sea demasiada noticia (a menos de que haya un video que pueda subirse a redes). Sin embargo, observándolo con mayor atención ¿es normal que seamos agresivos en esta o en cualquier otra temporada?

Si usted ya se ha acostumbrado a la violencia o actúa a través de ella para resolver algo que no le parece justo, la respuesta es que lo que piensa y vive no es normal, porque las consecuencias de la agresión las pagamos todos, todo el tiempo, y al final no soluciona nada de lo que sí nos afecta.

Al revisar los números de homicidios dolosos y culposos, las lesiones dolosas y culposas por arma de fuego (las más comunes) o por otra arma, descubriremos que un porcentaje importante ocurre entre particulares, es decir, personas de “bien” que llevamos una existencia “normal” y pacífica; pero que, al mezclar tres nocivos elementos, perdemos absolutamente el control: alcohol, riñas y -de nuevo- un arma de fuego.

Con esto no quiero afirmar que antes, cuando las diferencias podían arreglarse en la mayoría de los casos a golpes, todo estaba mejor. Ese fue un mal precedente para una violencia que se ha exacerbado entre nosotros, porque se nos ha hecho fácil poseer un arma de fuego para tratar de imponernos a los demás, pretextando seguridad familiar y personal.

Sin embargo, la proliferación de armas de fuego en el país -que no se fabrican en México, pero sí ingresan a nuestro territorio- hace que los conflictos escalen a tragedias y actos de violencia extrema que no están relacionados con actividades criminales, sino con una normalización de la agresión como forma de ajustar supuestas cuentas entre nosotros.

Bajarnos del automóvil a tratar de lastimar a otro conductor que nos cerró el paso, por ejemplo, es un hecho reprobable por el motivo que sea, aunque hay una triste diferencia entre hacerlo con gritos a salir con bate o una pistola.

Lamentablemente, las posadas y las fiestas de temporada son escenario de trifulcas y de peleas que pueden terminar en una balacera. Vamos, hasta la celebración de un campeonato de futbol ha sido razón suficiente para descargar un arma en contra de un conocido, un presunto amigo o alguien con quien se estima tener un desacuerdo que llegue al extremo de un ataque.

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Tener a disposición un arma de fuego, lo compartimos con frecuencia en este espacio, es un error, porque no da seguridad, la quita. Y no es un asunto de falta de entrenamiento de quien la adquiere y la porta (por lo general, sin permiso oficial), sino del convencimiento de que la única manera de resolver los problemas es ejerciendo la misma violencia de la que nos quejamos todos los días.

La realidad es que manejar un arma de fuego es una responsabilidad enorme y pocos estamos preparados para asumirla, mucho menos con la habilidad que se requiere para usarla en una situación de estrés. No obstante, ahí están por miles en hogares, automóviles o en la persona misma, que asume un rol que ninguna sociedad necesita, porque los pistoleros habitan más en las series de televisión y en las películas, que en las calles.

Ninguna diferencia entre nosotros debe acarrear una agresión que implique jugar con la vida propia o la de alguien más. La campaña de desarme nacional debe continuar de manera permanente hasta que se entreguen la mayoría de éstas en poder de civiles. Y tiene que ser un acto voluntario, masivo, impulsado por la convicción de que no disminuiremos la violencia a los niveles que deseamos hasta que hagamos lo que nos corresponde con la que generamos en esos actos irracionales que estamos dispuestos a cometer.

La construcción de la paz en el país es un deber civil en el que podemos ayudar todos cuando nos deshacemos de un arma de fuego en nuestro poder y rechazamos originar o darle respuesta a una agresión que sabemos no soluciona nada.

En este cierre de año, nuestro objetivo debe ser que todas las noches sean de paz, y en paz. Este año y los siguientes. Mientras lo logramos, les deseo bendiciones, salud y tranquilidad para ustedes y para sus familias en estas fechas. Felicidades.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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