Por DZ
Una frase que se nos tatuó en la piel durante generaciones, utilizada en el ámbito religioso católico, para referirse a la actitud de aquellos que, por temor a ser criticados o rechazados, no defienden abiertamente su fe o no la practican con coherencia, lo más curioso es que la fuerza de esta idea, traspaso a muchos ámbitos más, como el político y el social.
Estas letras unidas no son más que la envoltura de una palabra más contundente que teje diez vocablos llamada “hipocresía”. Es una motivación que impulsa el deseo de esconder de los demás, causas reales o sentimientos, proyectando una imagen falsa o irreal.
En los albores de un siglo con tantos cambios, existen raíces que no se secan. Han sido alimentadas transgeneracionalmente a base de un mapa del mundo que toca lo moral, y lo socialmente correcto.
Así se perfilan estas ideas locas que marcan dónde están los límites y cómo se debe actuar en consecuencia. Cuál debe ser la conducta de los demás cuando uno miente, engaña, roba, es racista, no incluyente y entonces comienza el ritual de la exclusión. Aparece el juicio y nos colocamos como jueces implacables.
Si digo que soy una persona que busca igualdad, porque los principios religiosos o familiares que me sostienen impulsan esta idea y después habló mal de las personas con ideas distintas, las rechazo e incluso evito estar cerca de divorciados, con parejas del mismo sexo, de izquierda, de derecha, de otras religiones, de otras razas entonces esta idea se convierte en una paradoja. Una contradicción que genera en el mundo emocional muchos conflictos.
Vivimos así, impulsados por creencias que muchas veces nos hacen daño, sin duda fueron premisas que abrazamos en muchas ocasiones para pertenecer a nuestro grupo, familia o tribu, hasta que un día ya no se sostienen y nos obligan a reformular. ¿Es verdad que los hombres no lloran? ¿Qué las mujeres calladitas se ven más bonitas? Cuando me refiero a un “naco” que es una palabra despectiva en español mexicano para referirse a alguien que se considera vulgar, inculto o falto de buen gusto, ¿desde donde lo estoy juzgando?
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Pareciera que hoy nos encontramos en la disyuntiva de cuestionar muchas de nuestras percepciones para ir quitando lo que ya no sirve, pudiera ser que muchas de nuestras crisis están gestadas desde ahí.
Estar conscientes de cuáles son estas contradicciones internas entre lo que pensamos,decimos y hacemos, nos ayudan a estar más ligeros. Pudiera ser que las siguientes generaciones se liberen del yugo de cosas que recibirán y que no les serán de mucha utilidad.
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