El tema es el agua

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Hace algunos años, Antanas Mockus, entonces alcalde de Bogotá, capital de Colombia, recibió la peor de las noticias para alguien en su cargo: solo quedaba agua para dos semanas de abastecimiento de la ciudad. La explicación era el retraso de las lluvias y un gasto en aumento en los hogares bogotanos.

En un callejón sin salida, Mockus lanzó una campaña de cuidado del agua que se ha vuelto un modelo para nuestro continente y el mundo. La estrategia era simple: proteger por todos los medios posibles el recurso vital, sin el que ninguna ciudad puede continuar.

Y eso incluía a las palabras. No se hablaba de “ahorro” del líquido, porque eso significa que tienes suficiente, y ese no era el caso. Todos los mensajes hablaban de “cuidar”, porque lo que realmente nos importa es lo que cuidamos con más esmero. Al mismo tiempo, se impusieron medidas de racionamiento y multas para quienes, por ejemplo, continuaran regando la banqueta afuera de su casa.

Pero lo que realmente salvo a Bogotá de la sequía fue la estrategia pedagógica que modificó los hábitos de sus ciudadanos, algo que Mockus y su equipo sabían hacer muy bien, desde sus tiempos como rector de la Universidad Nacional de Colombia. En las plazas públicas, en los parques y hasta en los cruceros, servidores públicos y voluntarios llevaban a cabo recomendaciones directas para cuidar el agua.

Desde una regadera “pública” en la que un funcionario se bañaba en menos de cinco minutos y demostraba cuánta agua se podía recuperar colocando una cubeta en lo que se calentaba, hasta exhibiciones al aire libre sobre cómo rasurarse con un vaso con agua o lavarse los dientes con la misma cantidad, los bogotanos recibían la información necesaria para que ellos mismos se convirtieran en protectores del líquido.

Estas acciones se complementaban con anuncios y con apariciones en los principales medios de comunicación. El gobierno capitalino daba reportes diarios acerca de los litros que se habían cuidado y la reducción en el desperdicio. Cuadrillas de trabajadores reparaban fugas día y noche a partir de las llamadas telefónicas de la gente.

Hoy Bogotá es una de las ciudades del mundo con menos consumo de agua. Para las generaciones más jóvenes de bogotanos ahora es impensable salir con una manguera a lavar un automóvil. El valor del agua está presente en la mente de cada capitalino y no se calcula en pesos colombianos, sino en la posibilidad de seguir viviendo ahí, gracias a que se tiene líquido suficiente. Si las lluvias se adelantan es una gran noticia, pero tener agua no depende ya de las nubes, solo de ciudadanos corresponsables que entendieron la importancia de usarla con inteligencia.

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Otro colombiano, el gran escritor Gabriel García Márquez, escribió un cuento que refiero mucho, por bien escrito y porque ilustra cómo lo que más nos preocupa termina por volverse realidad, aunque al principio no haya alguna evidencia de que puede ocurrir. Lo llaman “la promesa autocumplida”.

La historia comienza con la madre de Dámaso, quien se levanta preocupada una mañana, porque presiente que algo malo va a ocurrirle al pueblo. De boca en boca la gente va pasando la preocupación, aumentándola con supuestas señales que confirmarían el ominoso pronóstico. De tanto rumor, los pobladores comienzan a abandonar sus casas e incluso las incendian antes de huir. A lo lejos, la adulta mayor, mira los hogares en llamas y concluye que su presentimiento era correcto.

Durante muchos años hemos recibido advertencias de que la Ciudad de México podía quedarse sin agua. Varias de sus alcaldías experimentan escasez todo el año y otras simplemente no tienen el servicio. Hemos padecido la mayor sequía en la historia de la capital y el sistema Cutzamala, que nos abastece del líquido, está en su menor nivel desde que inició operaciones.

Las campañas, las medidas de racionamiento, el levantamiento de padrones de usuario para cobrar adecuadamente el servicio, no son suficientes para enfrentar una probable carencia justo en el primer semestre de este año que comienza.

Igual que en Bogotá, no tendremos agua para suministrar, punto. Y eso nos obligará a cuidarla. Ojalá podamos empezar a tomar consciencia desde este mismo instante y evitar que tengamos que asumir medidas por urgencia, en lugar de hacerlo por convicción. En este momento, el gobierno capitalino tiene una campaña informativa en los andenes de varias estaciones del Metro. No creo que sea suficiente. Será mejor prepararnos para llevar a cabo todas las acciones que nos permitan cuidar el agua que todavía tenemos este semestre, para utilizarla con responsabilidad en el segundo y de ahí hacia delante. De lo contrario, algo malo puede ocurrirle a nuestro hogar que es la Ciudad de México. Sin agua, no hay nada más que hablar, porque no hay futuro.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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