El acuerdo que sostuvo la criminal destrucción del licenciado López, está caducando. Los apoyos, las concesiones, las claras complicidades le están siendo retiradas al inquilino del zócalo como parte del viejo rito sexenal, por él reeditado, en el que la sucesión en el horizonte obliga a renegociar las condiciones para un nuevo acomodo: el viejo rey agoniza, y es hora de abandonarlo en su lecho de muerte para charlar con quienes podrían sucederlo.
Durante este joven año, y con mayor intensidad en las últimas dos semanas, López ha tenido que abandonar su agenda discursiva para dedicar saliva y bytes a responder acusaciones graves, atender reclamos y soportar claros deslindes, por parte de actores políticos, locales y foráneos, cuyo silencio había sido para él un poderoso activo: la burbuja lopista se pinchó, y el tipo dentro de ella ya siente la ingrata transición entre ser y haber sido.
El gobierno estadounidense, a través de la DEA y de la prensa de aquel país, lo acusa de recibir dinero del narco en 2006; el todopoderoso empresario Carlos Slim, en conferencia de prensa, marca distancia de él y su intento de gobierno; las agrupaciones de transportistas, con cierres de carreteras, le reclaman la insoportable inseguridad que viven y demandan soluciones; extrabajadores ferrocarrileros, repentinamente movilizados, se dicen engañados por él y amenazan con cerrar cruces fronterizos. Y el presunto presidente sólo atina a balbucear reproches, con los puños apretados y un ojo colapsado. Pobre.
Lo que vive hoy López es exactamente lo que buscó desenterrar apenas ser declarado ganador, en la elección de 2018: un viejo modelo político centrado en una persona, el presidente de la república, quien por seis años se convertía en el decisor absoluto para luego cargar con toda la responsabilidad, permitiendo así que el sistema encumbrara un nuevo líder infalible para el siguiente período. Siendo López un político rupestre anclado en los años 70, su manejo de los tiempos y los ritos ha sido muy desafortunado; siendo México (y el mundo) algo muy diferente a lo que fue hace 50 años, su intentona restauradora sólo trajo al presente los pasivos de aquel modelo: despilfarro, carencia, dolor y muerte, sin conseguir alguno de sus activos: estabilidad, control, certidumbre. Su fracaso es total.
Aun así, que nadie vea en la andanada contra López una derrota electoral anunciada del régimen que abanderó, o un rechazo pleno a quien él busca alumbrar como sucesora: esta burda reedición del viejo rito sexenal pretende, como antes, abrir espacios para una nueva negociación con el poder formal, sea quien fuere la sucesora, en este caso oficialista u opositora.
Lo que vemos hoy y veremos hasta octubre, es un concierto de grupos de interés abandonando al poder moribundo, haciéndolo en forma pública y expresa para que no quede duda del mensaje, anunciando así que están listos para acordar los términos y alcances de un nuevo pacto, pues el que rigió desde 2018, les haya servido o no, ya caducó.
¿Quién puede ocupar mejor ese espacio abierto por los grupos de interés? ¿Quién puede sentarlos a la mesa, ajustando sus agendas para formar un gobierno? Quien lo consiga será la nueva presidente de México, y si el juego se ha abierto en forma tan clara, la opción oficialista queda en evidencia: no tiene ventaja alguna, a pesar del derroche en favor suyo.
CAMPANILLEO
En México el voto cuenta y es votado, aunque más que elegir, lo que hace es validar la elección de otros. Considérelo hoy.