Opinión

En las palabras está la clave

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Foto: (Especial)

¿Por qué se dice que lo que decretamos se vuelve realidad y por qué es tan importante que seamos muy conscientes de nuestras palabras? En todos los escritos sagrados del planeta, de todas las culturas, se dice, en términos similares, que en el principio era el verbo y que del verbo o sonido, de la vibración, se creó la materia.

Nuestro cuerpo es un instrumento de resonancia electromagnética, por lo que es capaz de emitir las frecuencias que, eventualmente, se convertirán en nuestra realidad. Estas nociones han cobrado fuerza en las últimas décadas con la apertura a conocimientos místicos que antes estaban un tanto restringidos o resguardados para unos cuantos grupos. Sin embargo, esto nos parece muchas veces irrelevante, porque si de verdad tomáramos conciencia de la importancia que tiene lo que decimos para la generación de nuestro escenario de realidad, jamás diríamos cosas que vayan en contra de nosotros mismos o de lo que queremos.

Por ejemplo, el primer acuerdo Tolteca descrito en el libro de Don Miguel Ruiz, instruye a que seamos impecables con la palabra, puesto que lo que decimos se puede convertir en un hechizo de magia negra o en una bendición. Es fundamental y mucho muy interesante observar y anotar lo que decimos en un solo día: dese cuenta de cuántas veces repite, y con esto, reverbera, negatividades que, dependiendo de la fuerza de su caja de resonancia, se replican y se multiplican.

Si por ejemplo usted tiene cierto grado de influencia sobre un grupo de personas, lo que usted diga entrará en un efecto multiplicador. Pero lo bueno es que sucede lo mismo con las palabras positivas y enunciados que enaltecen y fortifican, en lugar de debilitar y empobrecer. Revise y se sorprenderá de cuántas sentencias de condena se autoaplica y que después se convierten en lo que también se conoce como profecía autocumplida.

Igual de importante es notar cuánto de lo que dice proviene desde una postura victimista, ya sea que usted sea la víctima o que haga víctimas a los demás. El victimismo muchas veces se confunde con un genuino autorreconocimiento o con la compasión, pero nada tienen que ver. Usted está trazando su futuro en el presente, y si lo edifica desde frases como: “es que a mí siempre me ha ido mal”, “soy mala o malo para tal cosa”, “como siempre he estado solo”, “al fin que no cuento con nadie”, “mi infancia fue tan difícil que…”, “para qué lo intento si de todos modos no se va a poder”, “me cuesta mucho trabajo porque tengo mala suerte”, “mejor me quedo como estoy”, y todas las enunciaciones que le mantengan en una posición de víctima, estará sentando las bases de lo que verá manifestado al siguiente momento y los días por venir.

Se va a quedar con la boca abierta de cómo es que sus palabras realmente han creado el impacto energético de las situaciones que en el presente pueden no gustarle o que le mantengan paralizado, pues han reforzado su creencia de imposibilidad, y las creencias también emiten frecuencias. ¡Es fundamental salir de estos diálogos internos y expresados en nuestro día a día! El antídoto para el victimismo es la toma de conciencia y la responsabilidad, y tanto más responsables seamos, individual y colectivamente, tanto más dueños de lo que ocurre podemos ser, más amos de nosotros mismos y de lo que vamos eligiendo crear, construir y vivir.

Por esto puede ser que resulte más cómodo ser víctimas que ser responsables, pero el precio, créame, es altísimo. Reconozcamos la herramienta de poder que es nuestra palabra para ser responsables de lo que nos sucede.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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