Opinión

Lazos de vida

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Foto: (Norma Magaña)

Qué motiva a alguien a tomar acción, mientras otros se paralizan ante una realidad inimaginable que los rebasa, y los más son indiferentes al creer que no serán afectados en ningún sentido.

Arriesgar la vida, en el sentido más amplio requiere no solo valentía, también compasión y un genuino interés, desinteresado (si vale la expresión), por los otros; es apelar al amor más genuino que reside en todo ser humano, y creer que es posible generar algo valioso si se hace con el corazón en la mano.

De eso va la película “Lazos de vida”, que recién vi, me estrujó el alma, me encogió el corazón y paradójicamente me lo rebozó de amor, también como un acto que me devuelve la fe en el ser humano.

Siempre, siempre, siempre, tenemos la posibilidad de elegir vivir la vida, asumir riesgos, tomar responsabilidad y ser partícipes del cambio que a gritos pide la humanidad. En los tiempos convulsos de la guerra, nadie tenía idea real de lo que sucedía, de los alcances, ni de las consecuencias para tantos miles de personas, despojadas, desaparecidas, muertas por hambre, enfermedad y frío.

Anteponer a otros, ser resiliente, buscar caminos para generar una diferencia que literal salve vidas, sabiendo el riesgo que se corre, también me habla de solidaridad, integridad, honestidad, desapego… es la historia del corredor de bolsa londinense Nicholas Winton, quien eligió dirigir una empresa cuasi imposible, en la víspera de la segunda guerra mundial, recaudando fondos, consiguiendo visados, buscando familias que los acogieran, logrando trasladar de Praga a Londres, en tren, a 669 niños y niñas, logrando salvarles la vida. Conservó y cultivó en su ser, ese amor al servicio, ejerciéndolo el resto de su vida.

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¿A qué nos llama hoy la vida? ¿Qué cualidades requerimos para ser compasivos con los enfermos o discapacitados, para asistir a poblaciones vulnerables, para atender las diferencias raciales? ¿Para cuidar las especies en peligro de extinción? ¿Salvar nuestro planeta, conservar los bosques y cuidar el recurso más precioso y vital para nuestra subsistencia: el agua? Tres R: respeto, responsabilidad,resiliencia, son deseables y necesarias hoy día. Cuidar de nosotros, de otros, de lo otro, requiere un equilibrio interno, para lograr hilvanar acciones que nos apoyen a construir, sin destruir previa y desordenadamente, pues como es dentro, es afuera. Se requiere trabajo interno para lograr la toma de conciencia personal: notar lo que se carga y toca soltar, lo que impide fluir y tomar responsabilidades en la vida diaria, apropiarse de agencias personales, desarrollar el sentido común, superar los viejos hábitos que restan, superarlos y seguir avanzando en la espiral de la vida, desarrollar resiliencia, observar cuál es la narrativa que domina mi día, y si es necesario, modificarla. Sé parte del cambio. En tres palabras crea: conciencia conexión comunidad.

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