Opinión

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Por el Día Mundial del Libro, una efeméride que podemos honrar todo el año leyendo

Confieso que siempre he sido un lector, aunque respeto a quienes no tienen el hábito o incluso han pasado años sin abrir un libro. También estoy de acuerdo con quienes son aficionados de un género y de otros no; leer es un acto de libertad y los libros son tan nobles que su variedad permite que cada persona encuentre uno que le guste e incluso cambie su manera de ver el mundo.

Jorge Luis Borges decía que el libro era uno de los inventos más grandes de la humanidad porque era una extensión de la imaginación y de la memoria. Agregaría que también es un vehículo de conocimiento, tal vez el más completo que hemos diseñado.

Hace poca diferencia que leamos en una tableta electrónica o en papel, el objetivo de cualquier sociedad que desea ser inteligente debe ser leer como una manera de abrir la mente y de generar una consciencia colectiva de que la mejor forma de progresar es compartiendo las ideas y la sabiduría que perdura en la mayoría de los ejemplares que están a nuestra disposición.

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Por el Día Mundial del Libro, una efeméride que podemos honrar todo el año leyendo, apareció una encuesta interesante del INEGI que tiene puntos de optimismo y otros no tanto sobre la lectura en México.

Un buen dato es que los jóvenes a partir de los 18 años impulsan la lectura mayoritariamente de libros; aunque el descenso de lectores de 2015 a 2024 es preocupante con un diez por ciento menos en este periodo entre mujeres y hombres.

Casi todos los segmentos de edad pierden lectores, pero los de 55 años en adelante registran una baja que no tendría mucha lógica porque no son generaciones que convivieran con muchas otras formas de distracción o de entretenimiento. Es decir, los jóvenes que ya nacieron con computadoras, teléfonos celulares, consolas de videojuegos y tabletas, también toman libros y los abren para leerlos; mientras que sus mayores pierden progresivamente ese gusto con el paso de los años.

Internet, como puede inferirse, es una fuente que ha ganado terreno a la hora de leer. Las noticias, los espacios de opinión (blogs y foros) y miles de nuevos libros en formato electrónico cuentan con una audiencia que crece, manteniéndose en la competencia contra los videos cortos y los mensajes instantáneos en redes sociales. Un fenómeno que sigue sorprendiendo son los canales de reseñas de libros y los escritores que hacen del límite de caracteres una forma de contar las historias más fascinantes o dar cátedra de historia, arqueología, arquitectura y filosofía, entre otras ciencias y disciplinas que en ocasiones parecen “aburridas”, pero cuentan con millones de fanáticos.


Es posible que la amenaza de la tecnología solo fuera una nueva plataforma para ampliar las posibilidades de combatir la ignorancia y el analfabetismo. Debo admitir que pertenezco a una de las generaciones que lleva casi cincuenta años prediciendo que los libros en papel desaparecerán muy pronto, pero que acude semanalmente a la librería de mi rumbo para saber cuáles son las novedades y llevarme algunas que no alcanzo a leer, porque siempre hay una buena excusa para adquirir un nuevo ejemplar.

Más allá del estado en el que se encuentra el mercado editorial y quiénes somos los mexicanos como lectores, lo importante es la acción de sumergirnos en las páginas de un libro. Nadie termina siendo el mismo después de leer uno que le cautivó y, definitivamente, leer muchos nos ayuda a entender que este mundo es mejor si los pensamientos, las ideas y las historias continúan nutriendo nuestras mentes.

Existe un propósito de salud física y mental que hoy nos motiva a modificar malos comportamiento y llevar un estilo de vida que nos permita seguir haciendo muchas cosas que disfrutamos y que nos enriquecen, sin pensar en la edad. Leer es un ejercicio mental insuperable y llevarlo a cabo desde la niñez asegura que, igual como sucede con los músculos del cuerpo, tendremos una cabeza sana y en buenas condiciones.

Como en otras épocas, hoy vivimos una nueva oleada de cancelaciones de muchos libros, casi de todo tipo, porque desafían convencionalismos, prejuicios y ciertas ideas que se arraigan en alguna coyuntura. Eso es un error. Hasta el peor de los libros merece una ojeada e impedir la lectura de uno evita que ejerzamos un derecho y una obligación fundamenta: pensar. Un pensamiento siempre lleva a un razonamiento que termina formando un criterio objetivo, abierto, y más libre. Y esa es la gran aportación de un libro. No lo olvidemos.

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