Para leer con: “Living In Another World” de Talk Talk
El futuro ya está aquí, solo que está mal distribuido, decía el escritor William Gibson.
De las muchas verdades que nos fabricamos con la intención de suponer que estamos a salvo —a pesar de evidencias climáticas, electorales y hasta intestinales— una ingeniosa, es que el futuro no está escrito y que cambia con la velocidad de un capricho.
Pero el futuro no es uno, entre otras cosas, porque aún no existe y eso hace que la esencia del simple hecho de voltear a ver hacia adelante, sea relevante si consideras útil encontrar diferentes alternativas.
Jim Dator, un estudioso de futuros y prospectiva, desarrolló una herramienta con la que resume todas las imágenes del futuro que podríamos tener, en cuatro grandes clasificaciones:
Crecimiento
Bajo esta imagen se entiende al futuro como una línea extensiva del presente en la que las tendencias y fuerzas de cambio actuales serán muy parecidas a las del futuro, en particular, las económicas. Si no se dan cambios significativos, esta será la versión más cercana del futuro.
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Disciplina
Aquí no se explora solo el alcance de una explosión de regulaciones en un sistema fascista o militarizado. Lo que se voltea a ver son las condiciones de lo que pasaría si por cualquier razón, la sociedad se harta del crecimiento como la única métrica evolutiva y del consumo. Esta posibilidad considera que, frente a inestabilidades globales como el cambio climático o las crisis económicas, se puede detener el crecimiento y entonces tendremos que relacionarnos de otra manera con el concepto de evolución.
Colapso
Este espacio estaba reservado a la imaginación vía las obras de ciencia ficción catastrofistas. Pero 2020 amenazó el status quo y acercó escenarios que antes eran hilarantes. Esta tercera categoría de Dator considera la posibilidad de que varias fuerzas negativas pueden impactar el mundo para generar un colapso en la imagen de cómo lo conocemos ahora. De esa forma, tendríamos que recurrir a la adaptación como única posibilidad para subsistir.
Transformación
La última categoría habla de un cambio radical en el sistema global, pero no debido a una fuerza o desastres naturales, sino a manos de la tecnología. Estos cambios apuntarían al desarrollo acelerado en torno del bienestar de la especie hasta en el rasgo de la convivencia. Así, las estructuras de poder y de producción serían reemplazadas.
Ahora que estamos en tiempos electorales, si colapsamos o crecemos, desde luego que importa. Pero el ejercicio de aproximación a este tipo de escenarios trasciende la mera creatividad de llevarlos a cabo.
Se navega con otra vela al conocer y emplear esta herramienta porque no solo contrasta diferentes escenarios, sino que evidencia los huecos de información en donde podrías trastabillar con acciones impulsivas.
Por ejemplo, si alguien considera un cambio de carrera profesional podría evaluar cómo afectarían los distintos futuros a la demanda de ciertas habilidades. Trazar con detalle estas posibilidades despierta y conecta puntos que a la postre, tendrán valor.
Son dos niveles de relevancia, al menos, los que surgen al considerar estas cuatro imágenes del futuro: por un lado brotan posibilidades que no estaban latentes, con lo que se deja de ver al futuro como un un camino escrito y monolítico. El otro nivel es que al no poder predecir el futuro, no queda otra opción más que saberlo aquí y buscar administrarlo, como recomendaba William Gibson.