Por Jessica Díaz
Hace dos años me recomendaron asistir a un taller de narrativa, inmediatamente me llamó la atención porque en general me gusta escribir, y me imaginé que sería algo relacionado con escribir sobre lo que pienso.
La invitación que me enviaron me llamó muchísimo la atención, decía: “Te invito a participar en el taller de Narrativa donde descubrirás el potencial que encierran las palabras para producir cambios en tu manera de percibir, escribir tu historia y situarte en tu vida”, así que me inscribí para saber de qué trataba y en qué me podía ayudar.
Empezamos el taller con la presentación de cada uno de los participantes y de la persona que lo impartió, quién además nos explicó de qué trataría el taller. Efectivamente era escribir acerca de lo que pensamos y sentimos sin juzgarnos. Uno de los ejercicios que hicimos y me gustó mucho fue escribir la historia de lo que había sido nuestra vida hasta el momento, pero escribiendo en tercera persona.
Con este ejercicio pude ver un panorama general y ordenado de lo que en la actualidad pensaba sobre mi vida y fue una grata sorpresa hacerme consiente de que he sido una persona que ha trabajado por alcanzar sus metas y vivir la vida de la mejor forma posible, además me ayudó a resignificar lo vivido. El leer lo que escribí frente a otras personas y escuchar lo que ellas escribieron me hizo ver que cada persona es única e irrepetible, cada quién da importancia y diferente significado a las cosas que le ocurren en su vida.
Las siguientes sesiones escribimos sobre temas que en esos momentos nos causaban ciertos problemas o nos preocupaban, entonces me di cuenta de que escribir me ayudaba a vaciar la mente de todos los pensamientos que me estaban causando ruido y en ocasiones a encontrar soluciones. También escribíamos acerca del día a día y eso me agradó bastante porque me ayudó a gestionar mis pensamientos y por ende mis emociones, a organizar mis ideas cuando siento que estoy en caos, lo que me ayudaba a desahogarme, tranquilizarme y a ver las cosas que suceden de una manera más objetiva. El hecho de compartir algunas cosas de las que escribíamos con el grupo también fue muy sanador, porque nos damos cuenta de que lo que nos ocurre también les ocurre a otras personas, entonces hay comprensión y acompañamiento.
Actualmente sigo escribiendo, sobre todo cuando suceden cosas que me preocupan, me molestan o me estresan. También escribo cuando me siento alegre, y de esta manera soy más consciente de que en la vida tenemos muchas experiencias, algunas nos gustan y otras no, pero todo es parte de vivir. En resumen, escribir me ha ayudado a conocerme más.
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