Opinión

Cultivar el amor propio

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Foto: (Especial)

Por Eloy Ramírez

Durante mi niñez, adolescencia y edad adulta temprana, mi visión del amor romántico provino de las telenovelas y de películas comerciales. La temática estereotipada es el hombre valiente y fuerte que se convierte en el salvador de la chica buena y débil que necesita ser rescatada, una vez que vencen los obstáculos se casan y viven felices para siempre.

Uno de tantos problemas con esta visión estereotipada del amor, es que yo crecí creyendo que era digno de amarme a mí, sí y sólo sí, alguien me amaba primero. Otro dilema en el que creía firmemente era qué si perdía al ser amado, entonces no podría ser feliz con nadie más. Un obstáculo más era que yo trataba de hacerme el fuerte, todo el tiempo, esto conllevó a una desconexión de mis emociones y sentimientos. A final de cuentas, todo esto abonó a que, durante una buena parte de mi vida, haya padecido de baja autoestima y de bajo amor propio.

Cuando ocurrió el rompimiento con mi primer amor -al cual yo idealicé según los estándares descritos con anterioridad-, mis miedos me llevaron a hacer realidad eso de que no encontraría a nadie más a quien amar y que me quedaría sólo; me cerré emocionalmente durante años. Durante este tiempo elegía parejas desde la herida que ese primer rompimiento me produjo, y cuando tenía una nueva pareja, entonces era yo quien abandonaba a esa persona. Estaba atrapado en una dinámica en la que yo repetía inconscientemente el patrón de abandono que había experimentado.

Durante mi proceso terapéutico cobré conciencia de que, para amar genuinamente a alguien, es necesario comenzar a amarse primero a uno mismo. Ello me llevó a cuestionar esa creencia del amor estereotipado. Igualmente fui consciente de las heridas producidas por las pérdidas de distintos seres amados, esta conciencia me animó a enfrentar esos eventos dolorosos significativos para mí, afortunadamente también me permitió elaborar una serie de duelos que habían quedado pendientes. Hoy en día he comenzado a sentir algo nuevo para mí, es decir, he comenzado a practicar el amor propio y eso me hace sentir confianza en mí mismo y en mi futuro. Dejé de mirarme como una víctima del destino, ahora he aprendido a aceptar la vida con toda su variedad de experiencias alegres y dolorosas.

En conclusión, al príncipe azul, en no pocas ocasiones, le concierne trabajar sus miedos irracionales, sus prejuicios infundados y sus creencias limitantes, sin creer o esperar que otro u otra venga a rescatarlo. La princesa encantada buscará su propia salvación, sin ilusionarse o desear que ésta venga de otra persona. A los héroes del cuento de hadas les toca descubrir, aprender y luego modelar, que la responsabilidad emocional y cultivar el amor propio es para con uno mismo. La liberación vive dentro de sí mismo, sin embargo, es importante buscar ayuda profesional a fin de elaborar y completar el proceso de liberación.

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