Las ideas centrales de la justicia en la parte del mundo que habitamos, occidente, es que todos somos inocentes hasta que se nos demuestre lo contrario, cada persona debe enfrentar las consecuencias de sus actos, y la mayoría debe tener un acceso igualitario a las oportunidades que se crean en sociedad.
Dar a cada quién lo que merece, de acuerdo con la ética y la honestidad como principios, ha sido una manera de mejorar la naturaleza humana y encaminarla hacia el bienestar general. Cada persona tiene sus creencias, todas respetables en una sociedad inteligente, pero hacer el bien y actuar con justicia, tienen poco que ver con el castigo que podría darte la vida en cierto momento. Cuando hacemos lo que nos corresponde, los beneficios son inmediatos.
¿Qué sucedería si, por ejemplo, fuéramos más corteses al conducir un automóvil? ¿Mejoraría la circulación en nuestras ciudades? Todos los estudios acerca de la movilidad en nuestro país concluyen que sí. Nada en contra de las cámaras dentro de los vehículos o de las alarmas que advierten de la cercanía de un objeto, ni de cualquier otro avance tecnológico que nos ayudara a estacionarnos en un solo movimiento o a cambiar de carril sin tener que activar las luces direccionales manualmente; solo que una de las soluciones a un problema que sufrimos a diario, por años, está en nuestra forma de comportarnos y por alguna extraña razón no la llevamos a cabo.
Qué decir de las inundaciones que nos afectan en la zona metropolitana del Valle de México y cuyo origen es un aumento de la basura que se tira en las calles y termina en las coladeras. ¿Realmente necesitamos de un reglamento, sanciones, autoridades vigilantes de nuestros movimientos, para comprender que el drenaje debe estar lo más libre posible cuando empieza la temporada de lluvias?
Aunque existe un convencimiento de que “la vida nos pone en nuestro lugar”; que de este mundo “no nos vamos sin pagar lo hecho”; o de que en algún momento a todos nos encontrará la retribución por nuestros malos actos en una siguiente vida; en los momentos en que podemos proceder con justicia y solidaridad decidimos actuar como si lo anterior no nos preocupara. Aunque es un temor recurrente (y un deseo algo perverso) desear que el “karma” haga lo suyo cuando nos sentimos agraviados o procedemos de forma equivocada.
Tal vez, esto ocurre porque la única manera de modificar un hábito ciudadano nocivo es estar de acuerdo en el daño que produce. Si alguien dijera en un vagón del Metro que está conforme con la contaminación atmosférica lo tomaríamos como fuera de la realidad, igual que a una persona que encendiera un cigarrillo en el área de urgencias de un hospital o al interior de un avión (hubo una época en que estaba permitido en ambos sitios).
Las sociedades evolucionan y, si los consensos se logran, mejoran sus reglas de convivencia por convicción, sin temor al castigo que significa violar el código de conducta plasmado en leyes y reglamentos. Recordemos que un principio jurídico establece que un ciudadano puede hacer todo aquello que no está prohibido en un ordenamiento, lo que da un margen amplio para que nosotros mismos podamos autorregularnos.
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Es decir, para que una norma funcione debemos estar convencidos de que seguirla ayuda a la mayoría y, al mismo tiempo, resuelve un problema que nos afecta a todos. Con esa certeza podemos rechazar y aislar a quienes deciden no respetar el nuevo hábito e incluso que piensen que pueden continuar con el anterior, a pesar de que solo trajo conflictos.
Para construir un auténtico Estado de Bienestar (y de Derecho) la corresponsabilidad de la mayoría de los ciudadanos es indispensable. Lo mismo que la confianza en las instituciones que hemos creado para regular nuestro comportamiento público. De fondo, el elemento clave es la unión entre la corresponsabilidad y la confianza como equivalentes de las obligaciones y los derechos que hacemos valer en nuestro entorno y que son respaldados por un sistema de leyes que persigue el equilibrio y la justicia para la población. Eso es la libertad y también la democracia que estamos formando y que debemos fortalecer todo el tiempo.