Por Claudia Gómez
La contaminación es uno de los problemas ambientales y es un tema de muchas controversias. Aunque a menudo se discuten sus efectos sobre la salud física y el medio ambiente, hay un aspecto menos explorado, pero igualmente importante: cómo la contaminación afecta nuestras emociones y bienestar psicológico.
Podríamos entrar en debate fuerte sobre el calentamiento global, pero no hay manera de rebatir sobre la contaminación del aire, del agua y del suelo. Tampoco del impacto que tiene en la salud física, hoy también se ha demostrado que influye en la salud mental.
Estudios recientes han encontrado una correlación entre la exposición a altos niveles de contaminación y el aumento de trastornos como la ansiedad y la depresión. Los contaminantes, como el dióxido de nitrógeno y las partículas finas, pueden afectar la química cerebral, alterando la producción de neurotransmisores que regulan nuestras emociones.
Gran parte de lo que afecta la exposición constante a ambientes contaminados y lo que podemos encontrar como información en las redes, puede generar un estado de estrés crónico. Este estrés, a su vez, puede llevar a la ansiedad, ya que las personas se sienten amenazadas por su entorno.
La contaminación también puede contribuir a la depresión. La falta de acceso a espacios verdes y limpios, que son esenciales para el bienestar emocional, puede llevar a un sentimiento de aislamiento. Las áreas urbanas con altos niveles de contaminación a menudo carecen de espacios recreativos, lo que limita las oportunidades para la actividad física y la interacción social, factores que son fundamentales para una buena salud mental.
El análisis que hacemos sobre estos factores no solo toca al individuo, vemos sin duda que esto es sistémico.
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Quienes reciben el mayor impacto son aquellas personas con menos recursos, lo que agrava las desigualdades sociales. La sensación de impotencia y frustración en estas comunidades puede llevar a un aumento de la tensión social y conflictos, afectando aún más el bienestar emocional de sus habitantes.
¿Pero que hacer?
A pesar de los efectos negativos de la contaminación en nuestras emociones, hay varias estrategias que se pueden implementar para mitigar su impacto. La ciudad de Mexico tiene muchos parques y áreas verdes donde uno puede ir, son un refugio para los ciudadanos, ayudando a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. Estos espacios no solo ofrecen un lugar para la recreación, sino que también mejoran la calidad del aire.
Es indispensable la educación sobre los efectos de la contaminación en la salud mental, pues esto puede empoderar a las comunidades para que el gobierno tome medidas.
Cuando escucho que hay que fomentar prácticas sostenibles, como el uso de transporte público, me pregunto si en la CDMX esto es viable, pues la insuficiencia del mismo genera, además, un estrés extra en los trayectos eternos, usarlo para ir al trabajo diario incluye al menos dos horas de ida y dos de vuelta. También nos urgen campañas más efectivas de reciclaje y de reducción de residuos.
Al involucrarse en estas iniciativas, las personas pueden sentir un mayor control sobre su entorno, lo que puede mejorar su bienestar emocional.
Sin duda, esto es un problema multifacético que afecta no solo nuestra salud física, sino también nuestras emociones y bienestar psicológico. Reconocer esta conexión es fundamental para abordar la crisis ambiental de manera integral. Al implementar estrategias para reducir la contaminación y fomentar entornos más saludables, podemos mejorar no solo la calidad de vida, sino también la salud mental de las comunidades afectadas.
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