La voz parecía la de otro niño enganchado con la batalla en el videojuego y su avatar era el de un personaje. A sus 10 años, Pablo no sospechó nada irregular, solo encontró otro gamer y pronto a un amigo.
Algo similar pasó con Jimena. Mientras construía castillos virtuales entabló amistad con un adolescente, de quien se hizo novia. El “joven” y la invitó a conocerse físicamente en una ciudad a 600 kilómetros de distancia de donde ella vive.
Sus casos —presentados con otros nombres— fueron atendidos en el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México y exhibieron los riesgos a los cuales se enfrentan las y los menores de edad ante la debilidad de la ciberseguridad personal en los videojuegos.
En el anonimato de la diversión online, los ciberdelincuentes crean perfiles falsos y a través de promesas de aventura, acción o dinero, entablan relaciones de amistad o sentimentales.
Los reportes a la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 5533, indican que en dos de cada cinco casos les piden compartir fotos íntimas, una forma de operar particularmente empleada por redes de Trata de Personas o pornografía infantil.
Este 29 de agosto es el Día Mundial del Videojuego o Día del Gamer, una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de construir a partir de la ciberseguridad una fortaleza contra el crimen cibernético.
En el mundo se estima que hay más de tres mil millones de jugadores en consolas, computadoras y celulares. En México, de acuerdo con Microsoft, son más de 76 millones.
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No podemos culpar a los videojuegos, lo que sí podemos es robustecer el diálogo y supervisión.
Algunas estrategias de ciberseguridad consisten en cuidar el tiempo dedicado por las y los menores a jugar, enseñarles el tipo de personas que pueden encontrar en el mundo virtual o implementar controles parentales.
Edificar una fortaleza no es cuestión virtual.