Opinión

¿Por qué la 4T habría de “joder a México”?

El emotivo mensaje de Sheinbaum a AMLO por su sexto informe
El emotivo mensaje de Sheinbaum a AMLO por su sexto informe Imagen de X: Dra. Claudia Sheinbaum @Claudiashein

Durante el sexenio anterior, Enrique Peña Nieto se preguntó si la gente realmente creía que un presidente se levantaba cada día con la intención de “ cómo joder a México”. En aquellos tiempos, quienes hoy están en el poder —y lo estarán por seis años más— eran los opositores que cuestionaban constantemente la labor de su administración, pero ahora es al revés, y las marchas contra la sobrerrepresentación legislativa, la reforma judicial o electoral se suceden casi bajo los mismos augurios de destrucción del país. Entonces, ¿por qué el presidente de la 4T y la próxima presidenta habrían de levantarse cada mañana pensando en “cómo joder a México”?

Más allá de lo que ocurrió después y del desgaste continuo de la clase política, hemos visto cómo en los últimos seis años se ha intentado equilibrar la pirámide social de México. Los ricos siguen siendo ricos, mientras que los pobres —aunque 5.7 millones menos desde 2018, según Coneval— continúan siendo pobres. Sin embargo, al menos ahora vislumbran una esperanza de salir del agujero en el que se encontraban. Por otro lado, la clase media, aunque en algunos casos se mantiene estable, en su mayoría sigue en 2024 haciendo malabares para sobrellevar el aumento del costo de vida y los salarios estancados, mientras escucha de pensiones y sueldos millonarios de una élite anquilosada. Hoy en día, vivir en las capitales de México es tan caro como en algunas capitales europeas, pero sin contar con los mismos servicios públicos, infraestructuras, parques, sistemas de transporte, y con una movilidad social deficiente. Muchos esperan que esto mejore en los próximos seis años. A veces me pregunto cuán beneficioso sería que más personas pudieran mirar más allá de las fronteras, para comparar y aprender, ya sea para bien o para mal.

México y su sociedad han ido cambiando, aunque no tanto como muchos desearíamos. La corrupción persiste a pesar de la lucha frontal de Andrés Manuel López Obrador, y la violencia continúa en un país que parece haberse acostumbrado a las masacres, los robos y las tragedias. Los accidentes de tráfico y la informalidad siguen siendo problemas crónicos en la lista de pendientes.

Sin entrar en críticas o alabanzas a los datos —ya que siempre hay “otros datos”— coincido con Reyna Haydee Ramírez en que los periodistas no estamos para adular, aplaudir o atacar a los gobernantes. La misión de los periodistas es vigilar y cuestionar. Somos parte de la balanza. Más allá de la ideología de cada uno —porque somos personas con opiniones y tendencias políticas—, los periodistas se deben a la ciudadanía del mismo modo que los políticos y los administradores públicos. Hoy en día, lo que vemos son bandos y frentes de opinión en los que no cabe la evaluación ni la razón. Algunos aplauden y otros critican visceralmente, pero nadie se detiene a considerar si una medida o una reforma es mejor o peor para la población. Ya lo vimos en una campaña electoral vacía de contrapropuestas al oficialismo, donde la mayor consigna era “quítate tú para ponerme yo”. Así no debería ser la política.

México no se ha convertido en Venezuela ni lo hará con Claudia Sheinbaum, por mucho que algunos lo repitan insistentemente como excusa para mudarse a Madrid o Miami. La población votó masivamente por una mujer de izquierda que da continuidad a una política que incluye una reforma judicial y electoral en su programa, a pesar de que algunos ahora se opongan y quieran hacer parecer que su visión es generalizada. Pedro Ferriz de Con ha perdido el rumbo con su discurso sobre algoritmos electorales sin base alguna, intentando seguir el modelo de López Dóriga o Loret en un intento desesperado por recuperar seguidores. Y sí, más que informar, pareciera que hoy la labor es opinar y alinearse de un lado u otro en vez de informar.

Cada quien tiene sus propios intereses y convicciones más allá de su labor como comunicadores. Este martes 2 de septiembre, Andrés Manuel López Obrador mostró una imagen del “pacto de silencio” medíatico en tiempos de Calderón, una instantánea no muy diferente en su significado, con honrosas excepciones, a la del encuentro de comunicadores independientes del pasado viernes. Unos y otros aplaudieron, pero el periodista no está para eso, ya que no se debe al político sino a la ciudadanía y a la verdad, aunque a veces puedan coincidir. Observando todo esto, me pregunto: ¿quién es más periodista, el que aplaude a López Obrador o el que lo critica? ¿Quién es mejor, Lourdes Mendoza o Lord Molécula? ¿Quién es más servil, el que envía su columna a una magistrada para que le dé el visto bueno o el que elogia al presidente cada vez que puede en la mañanera?

Probablemente, ambos estén en el mismo saco. Porque esto no se trata de aplaudir o criticar, sino de comunicar, crear contenido e investigar con fundamentos para que las audiencias formen su propia opinión a partir de los contenidos. Los intereses mediáticos son los mismos que los de un creador de contenidos que necesita vistas o suscriptores, cada uno en su medida. Los medios han perdido influencia porque la mayoría están dirigidos a esa minoría que hoy ha perdido espacio de poder en todos los ámbitos del sistema: Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El pensamiento de las élites en México se ha desmoronado por su visión sectaria, elitista y casi colonial.

Sin embargo, el despertar de los mexicanos no es suficiente. No basta con creer o soñar con ser excepcionales (chingones); también hay que demostrarlo para avanzar a la siguiente fase, superando el conformismo, el nacionalismo banal y la creencia de que los paisanos en Estados Unidos podrán solventar de por vida con remesas los problemas económicos de sus parientes al sur del Río Bravo. México no está polarizado como algunos altavoces quieren hacer creer; probablemente esté más unido que nunca en torno a un líder y a su próxima lideresa, en un momento histórico en el que puede despegar en la creación de empleo, ampliación de derechos laborales y sociales, movilidad, salud, desarrollo agrario e industrial, educación, etc.

No obstante, la sociedad no debe conformarse solo con lo que dicen los políticos, a quienes ya hemos visto traicionar, una y otra vez, a sus electores con sus cambios de discurso o de bancada, todo sea por el poder, por el dinero o por estar en el equipo ganador, aunque luego ni siquiera lo estén porque son los verdaderos traidores de la patria. Algunos, en tres o seis años, se llenan las manos, las cuentas bancarias, la base del colchón o su lista patrimonial, aunque después tengan que fugarse, en el mejor de los casos, o hacer frente a la “justicia” para que después, con un poco de suerte, les apliquen un sabadazo.

El debate es saludable y la visión no es única; aunque haya discrepancias, habrá futuro, así como también habrá diversos intereses ante los que la ciudadanía debe estar atenta y vigilante, al igual que los creadores de contenido y comunicadores, porque son una pieza fundamental en la UCI de la democracia de cualquier país.

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