En los últimos días, se ha hablado intensamente sobre traidores e infieles a la patria, desde ambas posturas políticas. Pero, ¿quiénes son realmente los desleales? El pasado 2 de junio, millones de mexicanos acudimos a las urnas en una elección que se presentó casi como un plebiscito sobre la continuidad o el rechazo a un proyecto de nación. Para ese entonces, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya había emprendido un arduo camino en busca de aprobar una serie de reformas constitucionales, presentadas el 5 de febrero. Tras varios tropiezos, la tramitación de lo que se conoce como el Plan C —que incluía la Reforma al Poder Judicial, la Reforma Electoral y la desaparición de organismos autónomos— fue aplazada para septiembre. Esta propuesta estuvo siempre ligada a la candidatura de Claudia Sheinbaum, quien resultó vencedora con cerca de 36 millones de votos, por lo que no debería haber caído de sorpresa aunque pareciera que sí lo ha sido para muchos, principalmente para la oposición.
Ese día también se conformaron las cámaras y, poco después, se definieron los plurinominales, aunque estos últimos quedaron envueltos en polémicas sobre la sobrerrepresentación. Al final, se configuró un escenario en el que Morena y sus aliados quedaron al borde de la mayoría calificada, necesaria para aprobar las reformas. En la Cámara de Diputados, no había problema; el reto estaba en el Senado, donde faltaban tres votos para asegurar que las reformas salieran adelante.
A partir de ese momento, comenzaron las especulaciones, alimentadas por declaraciones como las de Manuel Velasco, quien insinuó que ya había acuerdos para obtener los votos necesarios. Finalmente, Sabino Herrera (un millón 43 mil 458 votos en Tabasco) y Araceli Saucedo (656 mil 135 votos en Michoacán), del PRD, junto con Miguel Yunes Márquez, plurinominal del PAN por Veracruz, fueron quienes realmente traicionaron a su electorado y a su partido al cambiar de bando o apoyar la Reforma Judicial. ¡Ojo! No traicionaron al pueblo de México, como algunos aseguran. Los números y los votantes fueron claros el 2 de junio.
Ese día, millones de mexicanos votaron en masa por sus representantes en la Presidencia y el Legislativo, respaldando un programa que incluía las reformas promovidas principalmente por Morena, PT y PVEM. Los mexicanos delegaron en esos 500 diputados y 128 senadores la facultad de legislar. Por tanto, resulta increíble que hoy se hable de traición a la voluntad popular, cuando fueron los mismos votantes quienes eligieron a 257 diputados de Morena, 60 del PVEM y 47 del PT, además de los 83 senadores de la coalición en la Cámara Alta, dejando en clara minoría al bloque PAN-PRI-PRD y a MC.
Para quienes hoy hablan de luto y traición a México, ¿en algún momento la coalición Morena-PT-Verde expresó su negativa a impulsar el Plan C? Nunca lo hizo. De hecho, reafirmó su voluntad de llevarlo adelante, algo que fue validado en una elección nacional. Hoy, la mayoría de los congresos estatales también ha respaldado la Reforma, aunque seguimos inmersos en disturbios provocados por una clara minoría, dentro y fuera de las instituciones.
Si la mayoría de los representantes en el Congreso y los legislativos estatales —con votos de partidos de la oposición como en Oaxaca, Durango y Colima— han aprobado la Reforma, ¿por qué se sigue hablando de traiciones? En este punto, solo identifico a tres infieles: aquellos que se comprometieron con un programa electoral opositor al oficialismo. Al igual que lo hiciera Lilly Téllez y muchos otros, podrán rasgarse las vestiduras, pero deberían primero hacer un examen de conciencia antes de continuar en política y jugar con la voluntad popular.
Visto todo esto, ¿quién traiciona a quién?