La educación es un derecho. Y un pendiente. No es secreto que la brecha educativa juega en contra del desarrollo pleno y acceso a derechos para las niñas. Hoy estamos mejor que hace algunas décadas, pero la deuda aún no está saldada y para comprenderla es útil hacer una revisión histórica.
En Europa, durante la Edad Media, la mayoría de las niñas eran preparadas para casarse y la maternidad, lo cual no incluía la necesidad de leer y escribir. Aprendían habilidades domésticas, como coser y cocinar.
Por supuesto había diferencias: las niñas de la nobleza sí podían aprender a leer y escribir con institutrices, pero con el propósito de saber llevar una correspondencia y manejar los gastos y las necesidades de un hogar para cuando contrajeran matrimonio.
Las monjas eran el otro grupo de mujeres privilegiadas que en los conventos y monasterios podían recibir una educación más formal, enfocada principalmente en la religión.
Los niños, en cambio, desde entonces ya tenían acceso a una educación más completa en colegios que incluía matemáticas, ciencias, historia, política, teología y geometría, entre otros, considerándose esencial para prepararlos como líderes y profesionales.
Esta desigualdad en la educación no se limitaba a Europa. En muchas otras partes del mundo, las niñas eran preparadas principalmente para roles de esposas y madres. En países como China, la educación de las niñas consistía esencialmente en la enseñanza del Confucianismo, obediencia --¡sí, obediencia!, ¿nos acompañamos en la indignación?-- y tareas del hogar, mientras que los niños estudiaban para convertirse en oficiales del gobierno o eruditos.
En la India precolonial, las niñas de castas superiores podían acceder a cierta educación, pero la mayoría eran educadas solo en labores domésticas y tradiciones culturales.
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La priorización del acceso a la educación para los niños sobre las niñas es un producto más del patriarcado, que impone roles y estereotipos de género: el espacio privado para nosotras y el público para ellos.
El siglo 19 marcó el inicio de un cambio crucial. El movimiento por los derechos de las mujeres comenzó a ganar fuerza alrededor del mundo, y voces influyentes, tanto femeninas como masculinas, emprendieron una cruzada a favor de la educación de las niñas.
En 1836, la activista británica Mary Wollstonecraft publicó Una vindicación de los derechos de la mujer, argumentando que las mujeres deberían recibir la misma educación que los hombres. Porque era y es un derecho.
A finales del siglo 19 y principios del 20, varios países en Europa y América comenzaron a implementar reformas educativas que permitían a las niñas asistir a la escuela junto a los niños. Pero no fue sino hasta 1948 que la ONU estipuló en su Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas que la educación es un derecho para todas y todos, independientemente del género.
Las décadas siguientes vieron una expansión significativa en las tasas de inscripción de niñas en la educación primaria y secundaria en muchos países en desarrollo, aunque las brechas de género aún persisten en algunas regiones.
Hoy, en el contexto del Día Internacional de la Niña, que se conmemora cada 11 de octubre, sabemos que la brecha educativa aún existe. Algunos datos ilustrativos: en los países de bajo ingreso, sólo el 63% de las alumnas de primaria completan ese nivel y en el caso de secundaria, únicamente lo logra el 36%, según la Unesco. En México, especialmente en comunidades con alguna intersección de vulnerabilidad, como origen indígena o vivienda rural, la brecha educativa de las niñas aún existe.
Lo dice UNICEF, la educación de las niñas es clave para romper el ciclo de pobreza y violencia, promover la igualdad de género y transformar comunidades. Si hablamos de tiempo de mujeres, antes de 2030 debe ser erradicada toda brecha educativa para las niñas.
*La autora fundó y preside Ola Violeta A.C. Es Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP, Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford, Inglaterra. X: @MaElenaEsparza