Por DZ
A medida que se acerca el mes de septiembre y acaricia el mes de octubre, los pasillos de las tiendas se transforman. Calaveras, esqueletos, calabazas, catrinas, vampiros y disfraces de fantasmas comienzan a asomarse entre las esferas navideñas que, sorprendentemente, ya han hecho su aparición.
Sin duda, es un fenómeno que no solo refleja una tendencia comercial; también pone de relieve la intersección de tres celebraciones que estuvieron profundamente enraizadas en la cultura de distintos países: Halloween, el Día de Muertos y Navidad. Aunque diferentes en sus orígenes y significados, a medida que la globalización se va apiñando en cada rincón, van moldeándose por un contexto de mercantilización que amenaza con diluir ciertas identidades de su esencia particular, transformando tradiciones milenarias en simples productos de consumo.
¿Esto se puede evitar? quizá no, pero es importante estar conscientes que hoy debido a esto, las fronteras entre estas festividades se van volviendo cada vez más difusas, y las ganancias millonarias transitan a costa de la riqueza de su significado original.
La iconografía tradicional se comercializa sin un contexto, reduciendo su significado a meros objetos decorativos. Cuando una cultura va perdiendo sus tradiciones y rituales, se enfrenta a un vacío que puede ser profundamente desestabilizador. Las tradiciones son los hilos que tejen la identidad colectiva de una comunidad; son expresiones de valores, creencias y recuerdos compartidos. Al desvanecerse estas prácticas, se corre el riesgo de perder no solo un sentido de pertenencia, sino también una conexión con la historia y el legado que nos une.
En el plano emocional, esta pérdida puede generar sentimientos de confusión, nostalgia y desarraigo. Sin rituales que marquen los ciclos de la vida, las personas pueden sentirse desconectadas de su pasado y de su comunidad. Hemos visto cómo este desarraigo puede manifestarse en ansiedad y una búsqueda de significado que, al no encontrarlo en las tradiciones, en tantas ocasiones lleva a la desesperanza.
La identidad se construye a partir de experiencias compartidas; sin ellas, los individuos van quedando, poco a poco, cubiertos en una nube y al no sentir arraigo, tal vez se genere un vacío. Se va perdiendo de a poco, el sentido de quiénes somos y a dónde pertenecemos. En este contexto, la cultura se convierte en una colección de fragmentos sin cohesión, y la búsqueda de nuevas formas de pertenencia quizá llevará a la adopción de identidades ajenas, pero igualmente vacías.
PUBLICIDAD
Es fundamental reconocer la importancia de preservar y revitalizar las tradiciones, no solo para mantener la identidad cultural, sino también para fomentar el bienestar emocional de las comunidades.
Cuando las personas se conectan con sus raíces, pueden encontrar un sentido de propósito y pertenencia, que les ayuda a navegar las complejidades de un mundo en constante cambio.
Quizá estamos ante la disyuntiva de despertar, para entender qué es lo que ha generado esa desconexión donde perdimos el camino que nos unía a nuestras raíces culturales, y poder encontrar la manera de tejernos de nuevo, a falta del entendimiento sobre el verdadero significado de las celebraciones.
Hoy estamos frente al reto de fortalecer la celebración de nuestras tradiciones, reencontrar el valor que tiene una práctica viva y significativa, estando conscientes de que no es sólo una transacción comercial.
A medida que las tradiciones se mezclan y diluyen en el consumo, es esencial recordar y valorar el significado original de estas festividades. Solo así podremos preservar la riqueza cultural que representan, y evitar que se conviertan en meros productos en los anaqueles de una tienda.
¡TU IMPORTAS! Y en C7 Salud Mental estamos para escucharte y atenderte.
☎️ +52.55.2106.0923
☎️ +52.55.1951.4858
C7 Salud Mental
IG: @sieteciolectivo7
FB: colectivo 7
Linkedln: Colectivo7