Las lluvias intensas son inevitables, pero sus efectos se pueden reducir. En una metrópoli con infraestructura pensada para resistir, el principal enemigo puede ser el descuido cotidiano.
Aunque la infraestructura urbana responde a un diseño colectivo, su eficacia se pone a prueba con cada tormenta. Un sistema de drenaje puede estar técnicamente preparado, pero si las coladeras se encuentran bloqueadas por basura, bolsas, hojas, envases o restos de construcción, el agua perderá su cauce y ocupará espacios que no le corresponden.
De acuerdo con los reportes al Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México, el 51.3 por ciento del total de registros relacionados con afectaciones por lluvias son por inundaciones, mientras el 48.7 por ciento corresponde a encharcamientos.
Para contrarrestar los estragos de las lluvias intensas, la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, desplegó el operativo Tlaloque, el cual articula el trabajo preventivo y reactivo de las 16 alcaldías y dependencias locales como las secretarías de Gestión Integral del Agua, de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, de Seguridad Ciudadana, Obras, el C5 y el Heroico Cuerpo de Bomberos.
El monitoreo de las zonas de riesgo y los reportes a las líneas 9-1-1 y H2O *426 activan esa red de asistencia, que se fortalece con la corresponsabilidad ciudadana con acciones preventivas.
Dejar residuos en la vía pública, aunque sea por unas horas, incrementa la posibilidad de obstrucciones durante una lluvia fuerte, por lo que se recomienda a la ciudadanía organizar jornadas de limpieza comunitaria, identificar puntos de riesgo y generar canales de comunicación vecinal con las autoridades locales.
Mecanismos como esos permiten una respuesta más ágil ante cualquier eventualidad. En temporada de lluvias, el mejor paraguas puede ser una comunidad organizada.

