El Batánt sacude al PAN en Querétaro… y también a sus votantes. Y es que en tierras queretanas, este megaproyecto hídrico, que se vendía como la solución mágica para garantizar agua los próximos 50 años, está provocando más cortocircuitos que aplausos. Y no solo entre ambientalistas: el PAN empieza a dividirse por dentro, y la grieta ya llegó hasta la ciudadanía.
Mientras el gobierno estatal acelera su discurso de “sustentabilidad y técnica”, en el Congreso local lanzaron una consulta informal que dejó helados a varios: el 98 % de los participantes ni sabía del proyecto y el 96 % lo rechaza. Ups. Con esos números, la narrativa oficial parece más un monólogo que un consenso.
La obra, que costaría más de 40 mil millones de pesos en esquema de Asociación Público-Privada (APP), fue llamada por diputadas de oposición un “cheque en blanco” para la Comisión Estatal de Aguas. Traducción: nadie sabe cómo ni con qué condiciones se moverá tanto dinero. Y mientras tanto, la discusión legislativa brilla por su ausencia.
En la trinchera académica, la Universidad Autónoma de Querétaro ya se prepara para meter lupa con una contraloría social, mientras del lado panista algunos alcaldes firmaron un manifiesto de respaldo.
¿Disiparon las dudas? Para nada. Más bien, reforzaron la idea de que hay una jugada cerrada entre cúpulas, sin consulta vinculante y sin legitimidad social.
La pregunta es inevitable: ¿a quién le sirve un proyecto millonario que arranca sin respaldo ciudadano y con los propios aliados políticos mordiéndose los labios? Porque sí, la fractura ya está abierta, y lo único que corre más rápido que el reloj… es el descontento.