La historia política de México cambió el 2 de julio de 2000. Por primera vez en más de 70 años, un candidato ajeno al PRI ganaba la presidencia de México. Ese candidato era Vicente Fox Quesada, del PAN, un hombre con un estilo directo y una convicción clara.
La victoria de Fox fue un punto de inflexión. Durante décadas, el poder había estado concentrado en un solo grupo político, el PRI, con procesos electorales que muchos consideraban formales, pero no competitivos. Su llegada a la presidencia representó el fin del régimen de partido único y el inicio de una etapa en la que el voto realmente decidía.
Fox supo leer el momento político del país. Conectó con un electorado que no se sentía representado por las formas tradicionales. Usó un lenguaje directo, rompió con protocolos innecesarios y fue claro en su mensaje, el PRI debía salir de Los Pinos. Lo dijo de frente, sin rodeos.
Contó también con el respaldo de un contexto ciudadano que venía presionando desde años atrás. Organizaciones civiles, periodistas, sectores académicos, empresarios y millones de mexicanos habían estado luchando por una democracia auténtica. Fox convirtió ese impulso en una campaña moderna, eficaz y orientada a lograr la alternancia en el poder.
Su triunfo marcó un antes y un después en la historia democrática del país, al poner fin a la hegemonía priista y consolidar el voto ciudadano como una herramienta efectiva de transformación política.
Hoy, más de dos décadas después, es más fácil dimensionar lo que significó su llegada al poder. Con Fox, México confirmó que los procesos democráticos pueden funcionar, que los ciudadanos pueden cambiar el rumbo del país a través del voto y que el poder no pertenece a un solo partido.
Vicente Fox abrió la puerta de la democracia al romper con el miedo y lograr la primera alternancia en el poder, una transición histórica, pacífica y transparente que devolvió a los ciudadanos el control de su destino.
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Ese avance fue el resultado de años de lucha contra el autoritarismo y de la construcción de instituciones que protegieran el voto y la voluntad popular.
Hoy, morena busca desmantelar todo eso, concentrando el poder, debilitando contrapesos y pisoteando la democracia. No podemos permitir que destruyan lo que tanto nos costó conquistar. Al tiempo…
DETALLES. Es una burla que Hugo López-Gatell represente a México ante la Organización Mundial de la Salud después de lo que hizo durante la pandemia. No se trata de un reconocimiento, es un premio político a quien le falló al país en el peor momento.
Gatell, apodado con razón el “doctor muerte”, minimizó el COVID, dijo que el cubrebocas no servía y defendió que López Obrador siguiera de gira porque, según él, “no era alguien que contagiara fácilmente”. Dijo que 60 mil muertes sería el peor escenario, pero terminamos con más de 800 mil.
Nunca pidió perdón, nunca renunció. Y como si eso no bastara, negó que faltaran medicamentos para niños con cáncer, diciendo que todo era un invento con fines golpistas. Que hoy lo manden a hablar de salud a nivel mundial es una cachetada para millones de familias mexicanas.