Uno de los momentos más decisivo de la vida no siempre ocurre bajo luces ni rodeado de médicos en el quirófano. En ocasiones se anuncia entre contracciones en el hogar, en el asiento de un auto o en la calle. Y es entonces cuando tres números o un botón revelan utilidad.
Eso ocurrió a principios de mes en San Miguel Teotongo, Iztapalapa. Un hombre oprimió el botón de auxilio de uno de los postes de las cámaras del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5). De inmediato, un monitorista observó lo que ocurría.
Desde el C2 Oriente —uno de los siete centros del C5 en la Ciudad de México— la emergencia fue canalizada a policías de la zona, quienes al llegar apoyaron en la labor de parto y después trasladaron a la madre y al bebé a un hospital.
Este año, a través de la línea de emergencias 9-1-1 —esos tres números vitales— y los botones de auxilio, hemos recibido 374 reportes por partos, que activaron un protocolo de atención en el área de Telemedicina y el envío de patrullas o ambulancias.
En el 35 por ciento de los casos, las mamás son llevadas al hospital a dar a luz, el 25 por ciento ocurre en una casa y el resto en la calle, en un automóvil o el transporte público. Dos de cada tres apoyos fueron solicitados por el trabajo natural de parto y el resto al registrarse de manera fortuita.
Ante la llamada, el equipo médico de Telemedicina guía a la madre y a quienes estén con ella mientras la unidad médica llega. Si el parto es inminente, comienzan las instrucciones. Aquello en principio considerado un acto desesperado o riesgoso, se transforma en una de urgencia controlada.
El Día Internacional del Auxiliar de Enfermería, que se conmemora hoy, es buena ocasión para mirar a quienes, sin portar uniforme blanco, cumplen con esa vocación: cuidar la vida en sus momentos más frágiles, con una voz paciente o una instrucción precisa.
Algunas cigüeñas llegan por teléfono.