Opinión

¿Cuánto tiempo al día dedica usted a agradecerle a Dios?

¿Cuánto tiempo al día dedica usted a agradecerle a Dios
Foto: Moisés Pablo | Cuartoscuro

Piénselo un momento, ¿cuántas veces en un solo día se detiene —aunque sea por unos instantes— a darle gracias a Dios? Y cuando digo Dios, no me refiero a un nombre específico o a una figura concreta, sino a esa esencia, esa energía creadora que lo ha hecho todo posible.

Vivimos a mil por hora, corriendo de un lado a otro, pendientes del celular, del reloj, de las redes, de las ocupaciones, así es la vida de nuestros tiempos.

Pero si nos damos un momento, tan sólo unos minutos de pausa parra cerrar los ojos para abrirlos a la dimensión de lo divino, respirar profundo y conectar con eso que le dio la vida. Ir hacia adentro. Sentir esa chispa divina que late dentro de usted, que está en cada célula, en cada latido del corazón, en cada latido.

Si tan sólo lo hiciera un par de minutos al día, el corazón tendría opotunidad de expandirse. Cuando uno se da cuenta de lo enorme que es simplemente ser, ahí está la gratitud con Dios. Porque todo lo que somos, lo que vivimos, lo que amamos, lo que aprendemos, incluso lo que nos duele, es un regalo. ¿Ha pensado eso alguna vez?

Que hasta las caídas tienen su bendición. Que cada experiencia es una pincelada en este lienzo maravilloso que llamamos vida. Dios, la Divinidad, el Universo, como usted prefiera llamarlo, nos ha dado un campo abierto para crear. Y nosotros, con nuestras decisiones, con nuestros aciertos y nuestros errores, vamos dibujando nuestra historia. Y aun así, en medio de todo eso, muchas veces olvidamos agradecer.

Olvidamos decir: “Gracias. Gracias por este día, por esta oportunidad, por estar aquí”. Agradecer desde lo profundo, desde esa base sólida de simplemente existir, es como tomar un trago de agua fresca en medio del desierto. Renueva. Despierta. Purifica. Y no necesita usted de ceremonias complejas, ni de horas. Basta hacerlo con sinceridad. Basta con abrir su corazón unos minutos y sentir ese amor inmenso que fluye de dentro hacia fuera, y viceversa.

Cuando uno se permite ese momento de conexión, uno recuerda que no está solo. Que esa ilusión de separación que a veces, o cada vez más comunmente sentimos, no es más que eso: una ilusión. Porque somos parte de Dios, y Dios es parte de nosotros. Nada puede separar lo que está eternamente unido.

PUBLICIDAD

Agradecer, de verdad, nos devuelve la fe. Nos hace más grandes seres humanos. Nos reconcilia con quienes somos, con lo que tenemos, y con lo que no tenemos. Nos invita a vivir el presente con más plenitud.

A dejar de lado el peso del pasado y la ansiedad del futuro. A vivir ahora, con devoción por esta creación magnífica que, parezca lo que parezca, es la vida. Le dedicamos mucho de nuestro valioso tiempo y energía a tantas cosas que nos entretienen pero que realmente poco aportan, o a figuras y temáticas que sólo nos restan poder y valor.

¿No tendríamos que dedicarle aunque sea un par de minutos a darle gracias a Dios, a la vida? Sólo por hoy, le invito a detenerse un momento.

Respire. Vaya hacia dentro. Y regálese el agradecimiento por todo cuanto está en su realidad. Por estar. Verá cómo su corazón se expande y cómo usted se siente en casa.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

Tags

Lo Último