La extorsión debe estar en los hogares, a la hora de la comida, en la sobremesa, en la sala. Es necesario hablar de ella con niñas, niños y adolescentes para prevenirla. Guardar silencio ni la desaparece ni protege a quienes consideramos vulnerables.
En la familia encontramos realmente la primera línea de defensa ante los riesgos de tentativas delictivas. ¿Estamos listos para tener esa charla con hijas e hijos?
Para su cuidado no basta con instalar controles parentales o restringir horarios en las consolas de videojuegos, es necesario enseñarles, desde pequeños, qué es una extorsión, cuáles son las modalidades más comunes y el medio como se presentan.
La mejor protección está en el conocimiento: saber cómo actuar cuando se recibe una llamada amenazante desde un número desconocido, cómo cortar la comunicación y dónde pedir ayuda.
Una de las modalidades más comunes que involucran a las y los hijos y a madres o padres es la conocida como “llamadas cruzadas”. Los delincuentes llaman al menor, le dicen que su familiar, quien en ese momento no está en casa, ha sido secuestrado y lo obligan a salir del hogar.
Mientras le dan instrucciones por celular con la intención de mantenerlo aislado, contactan a la madre o padre, le advierten que su hijo fue secuestrado y exigen recate.
Por eso, hablar del tema en la familia ya no es opcional. En promedio, cada día en las líneas operadas desde el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México —089 para la denuncia anónima o 55 5036 3301 contra la extorsión— atendemos 38 casos, aunque más del 80 por ciento de ellos queda en tentativa.
Niñas, niños y adolescentes necesitan conocer las modalidades extorsivas, colgar ante una llamada con esas características, establecer en la familia palabras clave para corroborar la veracidad de la situación, así como el uso adecuado de las líneas de apoyo.
Para desactivar las llamadas cruzadas se necesitan puentes firmes en la familia. @guerrerochipres