Pablo Gómez, encargado ahora del diseño de un nuevo sistema electoral y de financiación para los partidos políticos, ya trabaja en la instalación de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral. Quien hasta hace poquito controlaba la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), ahora tendrá la misión de mover las piezas para “consolidar la democracia” en todo el país. El anuncio vino con su dosis de novela. Dos periodistas —una de ellas venezolana— lanzaron una pregunta incómoda a la presidenta en la Mañanera del Pueblo: ¿y este cambio repentino de la UIF a la Comisión Electoral no será por presión de Estados Unidos debido al lavado de dinero? La respuesta fue tajante: “¿Cuándo lo acusaron?Nunca hubo una queja formal, nunca. Hizo un gran trabajo al frente de la UIF”, aseguró, defendiendo que Pablo Gómez es la persona más adecuada para el nuevo puesto, pues es algo que “conoce muy bien”. Pero, claro, ya se sabe cómo es la grilla: en los pasillos políticos se susurra que este movimiento no es casual y que podría haber mano negra para dejar la cancha electoral bien controlada rumbo a las próximas elecciones. Y por si fuera poco, otro reportero le sacó el tema del papel de la oposición en esta reforma. La presidenta contestó con calma, pero entre líneas aclaró que el gobierno no piensa dejar que la narrativa de la reforma se le salga de las manos. Así que ya está servida la mesa: un cambio clave en la estructura del poder, rumores de presión internacional desmentidos y una reforma electoral que se viene con todo. La pregunta es… ¿es pura estrategia, o hay algo más que no quieren que sepamos

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