El cuerpo es un mensajero sabio que habla lo que la mente evita. Como dice Bessel van der Kolk, “el cuerpo lleva la cuenta”, expresando emociones no procesadas a través de síntomas como el corazón acelerado o un nudo en el estómago. C7 Salud Mental te invita a escuchar estas señales con nuestro enfoque ecosistémico integrativo, que combina coterapia y una filosofía humanista para promover el bienestar. Nuestra misión es fomentar consciencia, conexión y comunidad, ayudándote a entender el lenguaje del cuerpo para vivir en equilibrio.
La teoría polivagal de Stephen Porges explica por qué sentimos ansiedad, angustia o pánico. El nervio vago, regulador del sistema nervioso autónomo, evalúa si el entorno es seguro o amenazante. Cuando nos sentimos a salvo, promueve calma y conexión social; ante una amenaza, activa la alerta de lucha o huida; y en peligro extremo, puede llevar a la inmovilización. Ansiedad, angustia o pánico no son enemigos, sino señales que piden reconectar con los demás, la naturaleza o nosotros mismos. Estas experiencias, más que las palabras solas, regulan el sistema nervioso a través de estímulos como una voz cálida, un abrazo o la calma de un bosque.
Imagina a Xóchitl, una joven de una comunidad indígena que vive en la ciudad, que después de hacer su carrera y trabajar, está agobiada por expectativas de perfección. Su corazón late rápido, su respiración se agita y la tristeza la envuelve. Una noche, soñó con un colibrí junto al río de su comunidad que le dijo: “No temas las señales de tu cuerpo; son como un río que se desborda, mostrando lo que está bloqueado”. Xóchitl aprendió que su ansiedad era un llamado a pausar y escuchar.
La ansiedad suele mirar al futuro, anticipando amenazas como un examen o no cumplir ideales sociales. La angustia, ligada al pasado, refleja pérdidas o preguntas existenciales. El pánico, una crisis intensa, fusiona tensiones pasadas y temores futuros en el presente, como un corto circuito nervioso. Søren Kierkegaard llamó a la angustia “el vértigo de la libertad”, recordándonos nuestra responsabilidad de elegir el equilibrio. En la “sociedad del cansancio” de Byung-Chul Han, la productividad constante y el perfeccionismo nos desconectan de nuestras necesidades, amplificando estas señales.
En México, donde las largas jornadas laborales se combinan con la presión de exigencia personal, el cuerpo reclama conexión. El nervio vago necesita estímulos de seguridad, como abrazos o naturaleza, no solo palabras. Ignorar esto genera estrés crónico, con síntomas como el pánico diciendo: “Algo está desequilibrado”.
Una idea práctica: Durante un episodio, no luches contra las sensaciones; acéptalas como temporales. Usa la respiración diafragmática (inhala 4 segundos, sostén 2, exhala 6) para calmar el nervio vago. Pregunta: “¿Qué me dice mi cuerpo?”. Dedica 15 minutos a caminar en un parque si es posible para aprovechar el efecto calmante de la naturaleza.
Nota: Si la ansiedad, angustia o pánico son frecuentes, consulta a un médico o terapeuta. No ignores estas señales; buscar ayuda es cuidarte.
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