Hugo Aguilar arrancó con todo el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y no, no fue con un discurso solemne ni con la típica ceremonia institucional, sino con un ritual prehispánico en Cuicuilco para “consagrar” el bastón de mando. “Estamos iniciando algo nuevo”, dijo el ministro presidente, rodeado de sahumerios y cantos. La pregunta que ya anda flotando en pasillos políticos es inevitable: ¿es correcto que cualquier tipo de ritual —ya sea ancestral, religioso o hasta místico— se meta en los actos oficiales de la República? Porque, a ver, si mañana llega un ministro ultra católico y decide jurar su cargo con un crucifijo en mano, ¿también se vale? El gesto, dicen algunos, busca marcar distancia con la imagen fría y acartonada del Poder Judicial, mientras otros lo ven como un exceso que raya en el espectáculo. Y así, entre humo, cantos y debates, el máximo tribunal del país arranca una nueva etapa. Lo que no está claro es si esto será un símbolo de apertura… o el inicio de más polémicas.
Giulianna Bugarini, diputada morenista, apareció en un evento público con una minifalda y, como era de esperarse, no faltaron los comentarios misóginos y burlas en redes. Pero Bugarini no se quedó callada. Fue directo a la Fiscalía de Michoacán a presentar una denuncia por violencia política en razón de género. En sus redes lanzó un mensaje contundente: “No podemos normalizar este tipo de violencia”, dijo, dejando claro que su objetivo es que más mujeres michoacanas se animen a levantar la voz. Así que el debate está servido: ¿es un tema de libertad de expresión o de violencia política disfrazada?