Giorgio Armani: la sobriedad hecha legado

El mundo despide a Giorgio Armani, símbolo del estilo italiano y referente global de la moda. Su sobriedad estética, sus polémicas y proyectos internacionales, incluido Armani Residences en Polanco, marcan un legado eterno.

El mundo despide a Giorgio Armani, símbolo del estilo italiano y referente global de la moda.
Armani (Armani Silos)

No soy experto en moda, nunca lo he sido. Pero sí me reconozco como un admirador constante del mundo de Giorgio Armani. Sus prendas siempre me parecieron un sinónimo de elegancia sobria: esos tonos blancos, grises y azules que transmiten calma, discreción y fuerza al mismo tiempo.

Armani fue más que un diseñador, fue un arquitecto de atmósferas. Con sus veranos en Pantellería y su mirada al Mediterráneo, construyó un estilo universal que lo coloca a la altura de Chanel o Versace. Y lo hizo con una bandera clara: representar a Italia ante el mundo, llevando consigo una impronta estética que hizo del “Made in Italy” un sello de prestigio y buen gusto.

En Publimetro lo advertimos hace unos meses, cuando por motivos de salud no pudo estar en la presentación de su última línea. Era raro, porque Giorgio siempre estaba en la pasarela, como el rostro visible de una visión que parecía inagotable. Ese vacío fue quizá el primer adiós silencioso.

Su legado es inmenso. Ha vestido a artistas, deportistas, políticos, reyes y reinas, a íconos como Beyoncé, Cate Blanchett, Laura Pausini, Ricky Martin, Richard Gere y tantas estrellas de Hollywood, al equipo olímpico italiano o a escuderías como Ferrari, pero también a los yuppies de los 80 y millones que alguna vez usamos uno de sus sacos, una camisa, o nos dejamos envolver por sus fragancias. Baste recordar que en 2003, la reina Letizia de España eligió un traje blanco de Armani para la pedida de mano con Felipe VI en el Palacio del Pardo. Una imagen para la historia.

Desde Armani Exchange y Emporio Armani hasta Privé y Armani Casa, diversificó su imperio sin perder nunca esa sobriedad minimalista. Llevó su visión más allá de la moda con residencias y hoteles, incluido uno en el Burj Khalifa, y ahora con proyectos residenciales en ciudades como Miami, Nueva York y, en construcción, The Giorgio Armani Residences en Masaryk, uno de los desarrollos más ambiciosos en México.

No estuvo exento de polémicas. Rivalizó con los Dolce & Gabbana, defendiendo siempre su estilo frente al barroquismo de sus compatriotas. También dio de qué hablar cuando, ya en la madurez, habló abiertamente de su sexualidad: se asumió como gay, pero con la polémica declaración de que prefería a los hombres “masculinos”. Palabras que encendieron debates en la industria, pero que al mismo tiempo mostraron su carácter directo, sin rodeos.

Siempre evocó culturas y paisajes en sus pasarelas, con esos tonos azules y grises que parecían eternos. Supo evolucionar con los 80, los 90 y los 2000 sin traicionar lo esencial: la belleza sencilla, estética y universal.

Hoy, al recordarlo, queda claro que Giorgio Armani será un referente en las siguientes décadas, comparable con los grandes diseñadores de la historia. No solo porque vistió a celebridades, sino porque logró algo más profundo: convertirse en símbolo de Italia y enseñarnos que la moda también puede ser calma, permanencia y sobriedad.

Es un día triste, sí, pero también un momento para agradecer lo que nos deja. Porque Armani no se va del todo: seguirá en cada fragancia, en cada prenda y en cada espacio donde su estética discreta y elegante siga marcando el paso del tiempo.

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