Opinión

Columna Itinerante: Casas de políticos

Casa Fernández Noroña
Casa Fernández Noroña en Tepoztlan (Foto: Facebook)

La casa me protege del frío nocturno, del sol del mediodía, de los árboles derribados, del viento de los huracanes, de las asechanzas del rayo […] Pero la casa no me protege de la muerte. ¿Por qué rendija se cuela el aire de la muerte?

Jaime Sabines

Si le alcanza, que se la compre. No veo problema en eso—dicen algunos. Comprar o no una casa, hacerlo legalmente, es un asunto de decisión personal de cada ciudadano y servidor público. Sin embargo, las casas de los políticos, a diferencia de la casa de los famosos y de la gente común y corriente, siempre dan de que hablar, causan encono, escándalo… ¿Por qué será? Veamos…

Una respuesta a esa pregunta es simple: porque se trata de un servidor público, es decir, su sueldo y prestaciones las pagamos entre todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Y, cosa curiosa, cómo es que un servidor público puede adquirir un bien o servicio superior en precio al de sus patrones, los ciudadanos, cuando muchos de ellos carecen de lo básico; y qué no decir, que el trabajo del político y servidor público es de los pocos empleos, por no decir el único, donde el trabajador tiene, por alguna extraña, pero bien conocida razón, las facultades para subirse el sueldo, asignarse prestaciones y partidas discrecionales (viáticos, gastos de representación, asistentes, seguro médico, dental, papelería, gasolina, vehículo, celular…) casi cuando se le antoje, de ahí lo escandaloso, lo terrible de su proceder cuando compra algo, legal o no, con “su” dinero. ¿Qué es legal? ¡Claro que es legal, si se comprueba que los bienes son fruto del trabajo y del sueldo! Pero ello no deja de ser motivo de enojo y cuestionamiento de la ciudadanía. Además, ¿qué se puede espera si, en muchos casos, esos funcionarios públicos, quienes cuentan con facultades para modificar el marco legal para que su obrar se realice en el marco del Estado de Derecho, instrumentando una nueva perversión, ya no aquella de la transgresión de la norma, sino de la que ha sabido asociarse y alinearse a la perfección con la norma, modificando sus lineamientos para hacer y deshacer dentro del marco legal?

Por otro lado, por qué no legislar para que bajen las tasas de interés en los créditos hipotecarios, para que no sea casi imposible para una persona o familia adquirir una casa o un departamento; por qué no legislar para que los ciudadanos no padezcamos las medidas y políticas rapaces de las instituciones bancarias, por qué no legislar para que el mercado, por un lado y la clase política por el otro, sometan cada uno por su cuenta, al ciudadano; por qué no legislar para que se explote la naturaleza.

El debate no es solamente si se compra una casa con dinero robado o legítimamente ganado, sino si se hace algo en pro de la obtención de las viviendas del resto de los ciudadanos.

En alguna ocasión me preguntaron en un foro de discusión sobre violencia, subjetividad, economía, urbanismo y diseño arquitectónico, respecto a mi opinión sobre cómo erradicar la pobreza, mejorar los sueldos, la carestía de un hogar donde vivir, así como los diversos estragos de la violencia relacionados con esos factores, mi respuesta —no desprovista de cierto humor— que a todos los ciudadanos los hicieran diputados o senadores y fin del problema de sueldos, pobreza, casa, comida, salud, educación….El chiste se cuenta solo.

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

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