Opinión

El mayor obstáculo es dejar de pensar

Aunque los algoritmos son cada vez más sofisticados, mantener un pensamiento crítico y verificar la información en múltiples fuentes sigue siendo crucial.
imágenes generadas por IA (Imagen generada por la IA Copilot)

Hay algo que puede frenar a cualquier sociedad más que la falta de recursos: dejar que otros piensen por nosotros. Cuando una idea se repite sin cuestionarse, se convierte en costumbre, y la costumbre sin reflexión nos hace caminar en círculos. No importa si viene de una autoridad, de un grupo o de la tradición; cuando se sigue sin entender, se pierde la capacidad de decidir con libertad.

El peligro no está en una corriente de pensamiento, sino en la actitud que alimenta la pasividad: aceptar sin analizar, señalar sin comprender, buscar culpables en lugar de soluciones. E s entonces cuando los extremos aparecen: unos defienden el sacrificio sin resultados, otros prometen cambios imposibles, y todos olvidan que el verdadero avance nace del equilibrio, de la colaboración y de la responsabilidad compartida.

En mi experiencia con comunidades, empresas y organizaciones ciudadanas, he visto que cuando las personas creen que todo depende de alguien más, la fuerza interna se apaga. El desarrollo real comienza cuando dejamos de repetir lo que escuchamos y empezamos a participar: cuestionando, proponiendo, construyendo juntos. Una sociedad viva no se mide por sus discursos, sino por su capacidad de convertir ideas en hechos.

Existen ejemplos que lo demuestran. Japón, devastado tras la guerra, no se reconstruyó con discursos, sino con educación, disciplina colectiva y confianza entre sus ciudadanos y empresas. El rescate de los 33 mineros en Chile no dependió de una sola autoridad, sino de ingenieros, rescatistas y personas de todo el mundo que pensaron y actuaron juntos. Y cuando los terremotos de 2017 sacudieron a México, miles de ciudadanos salieron a ayudar sin esperar instrucciones, mostrando que la fuerza real de una sociedad está en su capacidad de organizarse y responder solidariamente.

La seguridad, la economía y la confianza forman parte de la misma raíz: relaciones humanas sanas. La confianza no nace de promesas, sino de coherencia, transparencia y resultados visibles. Y no es tarea exclusiva de un gobierno o de una empresa; es una responsabilidad que compartimos todos, desde el barrio hasta la organización más grande.

Hoy necesitamos comunidades que se atrevan a pensar diferente, que no teman preguntar “¿esto nos está ayudando de verdad?”. Necesitamos personas que se miren a los ojos y entiendan que lo que destruye a uno termina afectando a todos. Una sociedad fuerte no se construye señalando, sino creando espacios de respeto y participación.

Dejar de pensar nos hace dependientes. Pensar juntos nos hace libres. Y no hablo de teorías abstractas: hablo de la acción diaria de escuchar, analizar y actuar con conciencia en el lugar donde cada uno está. No hay tarea pequeña cuando el objetivo es construir confianza y bienestar colectivo.

El futuro no depende de discursos ni de banderas. Depende de la decisión de cada ciudadano de no delegar su capacidad de pensar, de cuestionar con respeto y de aportar con hechos.

Hoy es el momento de ser el puente, de cuidar la confianza como el recurso más valioso y de convertir nuestras ideas en acciones reales. No importa dónde estés: en tu calle, en tu trabajo o en tu comunidad, el cambio comienza contigo.

Hagamos el bien, haciéndolo bien!

@LuisWertman

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