La seguridad no es únicamente responsabilidad del gobierno. No le quito deber ni obligación a la autoridad, pero la realidad —y la experiencia— demuestran que una comunidad segura nace de ciudadanos comprometidos, informados, organizados y participativos. Se requiere una verdadera revolución cívica, basada en tres pilares inseparables: corresponsabilidad activa, tecnología social y cultura ciudadana. Porque sí: la seguridad empieza en casa, en la calle y en cada uno de nosotros.
Cuando estuve al frente del Consejo Ciudadano de Seguridad y más tarde en el Servicio de Protección Federal, confirmé que los cambios más duraderos no vienen solo desde arriba. Se logran cuando la ciudadanía se suma con inteligencia, voluntad, compromiso, energía y actitud. La clave es generar confianza real y legítima.
En Medellín, Colombia, una ciudad antes dominada por el miedo, el cambio se dio gracias a la participación vecinal, la educación ciudadana y la integración de tecnología social: cámaras, alarmas conectadas, botones de auxilio, pero sobre todo personas capacitadas y redes de confianza. Pasaron de ser la ciudad más violenta del mundo a un ejemplo de convivencia urbana.
En la CDMX impulsamos programas de cultura ciudadana que redujeron accidentes, violencia y delincuencia con metodologías innovadoras: respeto mutuo, humor social y visibilidad de las buenas conductas. Sin armas ni violencia, pero con liderazgo comunitario y participación activa.
La tecnología social no son solo plataformas digitales. Es todo aquello que pone el poder en manos de la gente: aplicaciones para denuncias anónimas, mapas comunitarios de riesgo, alertas vecinales, foros de diálogo, campañas virales y herramientas colectivas. Pero sin corresponsabilidad, esa tecnología se vuelve inerte. Por eso, la educación en valores es inseparable de cualquier solución. Lo llamo el Juego de la C: Capacidad, Cultura, Conocimiento, Compromiso, Continuidad y Calidad. El resultado siempre será Confianza.
No se trata solo de cumplir reglas, sino de comprender que lo que hago (o no hago) impacta a los demás. Tirar basura, estacionarse en doble fila, no respetar un alto, callar ante la corrupción o permitir una injusticia: todo eso también es violencia.
Debemos romper el ciclo de apatía y cinismo que alimenta la impunidad. Ya no basta con indignarse: la participación ciudadana es la herramienta más poderosa de prevención. Y participar no siempre significa ocupar un cargo público; puede comenzar en tu edificio, tu calle, tu comité vecinal o incluso desde una aplicación de alerta.
Tips para construir seguridad y confianza:
• Predica con el ejemplo: respeta las reglas de tránsito, cuida tus espacios y muestra cortesía.
• Organízate con tus vecinos: formen grupos de comunicación confiables, usen tecnología y acuerden reglas comunes.
• Denuncia siempre: no normalices la violencia ni la corrupción. El silencio es cómplice.
• Cuida a los más vulnerables: niños, adultos mayores y personas con discapacidad deben estar siempre incluidos.
• Participa en proyectos comunitarios: arte urbano, deporte, jornadas de limpieza o talleres cívicos fortalecen los lazos sociales.
• Educa en valores: desde casa, enseña respeto, responsabilidad y empatía. Los hijos aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan.
Cuando los buenos no participan, son los malos quienes toman el control. El “yo no me meto” se convierte en terreno fértil para la inseguridad. Necesitamos poner límites claros, exigir rendición de cuentas y convertirnos en el ejemplo que queremos ver en otros.
La seguridad comienza con comunidades que cuidan, comunican y colaboran. Lo comprobamos durante los sismos, cuando los ciudadanos salimos a las calles a ayudarnos sin esperar órdenes. También lo vemos en barrios donde la gente se conoce y se protege, y en ciudades donde los vecinos toman el timón de su destino. La clave no es más miedo, sino más corresponsabilidad con acción. Más cultura, menos simulación. Más valores compartidos y menos indiferencia disfrazada de neutralidad.
No existe una fórmula mágica, pero sí fórmulas que funcionan. Y la más poderosa comienza así:
¡Hacer el bien, haciéndolo bien!
@LuisWertman