Opinión

Columna Itinerante: Horror, fascinación e indignación

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

Horror e indignación de la comunidad internacional por la matanza de Bucha

En nuestro tiempo, rinde culto al horror, la fascinación y la indignación, ya que han tomado el lugar del pensamiento crítico y la planeación. Esto ha generado que, en muchos casos, las decisiones personales, familiares, institucionales y políticas se tomen a la calor del momento, del clickbite, sin que medie mucho la reflexión y un programa a mediano y a largo plazo; se intenta reinventar la rueda en cada ocasión, movida por la emoción exaltada, por el contagio de las pasiones con la masa.

Otra de las consecuencias consiste en creer que el horror, la fascinación y la indignación, al producir sensaciones intensas, se encuentran más cercanas a la verdad, una especie de lógica del estilo “siento intensamente, luego existo”, “siento intensamente, luego decido”, gracias a lo cual, las decisiones siempre guardan una relación con la impulsividad y la poca planeación y, cuando en la vida se presenten situaciones problemáticas, no se va a poder actuar a través de estrategias bien pensadas, sino con reacciones para buscar hacerle frente al tsunami de lo que se siente a flor de piel. En ese sentido, la persona se mantiene prisionera de sus sensaciones, que por ser intensas son también breves y variables, en una montaña (¿O ruleta?) rusa permanente. Y muchas veces, esto hace que se busquen, no de la mejor manera, experiencias límites, que ponen en riesgo la propia vida, para poder encontrar, una vez más, vía la intensidad de una emoción, un elemento que frene, organice y de estructura, más allá del primado de las sensaciones. Esa es una gran demanda, en muchos ámbitos: elementos que organicen, inspiren y den sentido singular a la propia existencia

Por otro lado, las sensaciones pueden ofrecer un elemento de juicio, un feeling, especie de intuición o “tercer ojo” que se cree poder captar más allá de lo evidente. Aunque es algo que se escucha bonito justamente por ser simple, algo que se cree más fundamental, que conecta con la tierra y las energías, lo cierto es que son reacciones del organismo que necesitan una forma a través de la idea, valga la redundancia, ya que idea es forma, del lenguaje para poder ser interpretadas y procesadas. A fin de resistir ante el imperio de las sensaciones exaltadas.

Así como una imagen en verdad no dice más que mil palabras, tampoco una sensación, por más intensa que sea, como el dolor, el horror, la indignación y la fascinación, está más posibilitada para mostrarnos la verdad; verdad que, realmente, siempre se escapa, rebasa a todo lo que podemos decir, descubrir y plantear. Situación que plantea que la verdad también funciona en sentido ético, a partir de lo que cada quien coloca y provoca para hacer girar la rueda.

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