Arturo Zaldívar, coordinador general de Política y de gobierno de la Presidencia de México, aparece con una imagen poco favorecedora en el libro “El ministro del poder”, del periodista Hernán Gómez Bruera. Ahí se le describe no solo como ministros de la Corte, sino como un operador político que aprovechó su paso por el poder judicial para tejer alianzas, colocar operadores y dar seguimiento a expedientes delicados mediante palabras clave. En ese entramado resalta el nombre de Carlos Alpízar, señalado como su mano dura dentro del Consejo de la Judicatura. La investigación sostiene que, aunque Zaldívar proviene del círculo del PRIAN, logró incrustarse en el obradorismo, donde buscó ganar influencia y cercanía con la presidenta Claudia Sheinbaum. Sin embargo, tras su llegada a la Presidencia, el exministro quedó relegado a un papel acotado como coordinador, desde donde intentó incidir en la nueva reforma judicial sin lograr controlarla del todo. En conjunto, Gómez Bruera lo presenta como un político pragmático y ambicioso, más enfocado en asegurar el poder y relevancia que en defender convicciones jurídicas, con un tránsito que va de “abogado de los ricos” ha infiltrado en la 4T.
Lenia Batres, ministra de la SCJN, se dio una vuelta al Teatro El Vicio para ver Mentirillas. El Tribunal, con Cecilia Sotres, Fernando Rivera Calderón, Nora Huerta y Fernanda Tapia. Dice que estuvo genial, divertidísima y hasta recomendó no perdérsela, pero bueno, ese es el chascarrillo cultural, porque lo que realmente dio de qué hablar fue que la ministra quería sesionar en la SCJN para hablar de... ¡Metros cuadrados! Sí, buscaba espacio para meter a sus asesores. Pero, por lo visto, nadie le siguió el juego: se quedó sin sesión y sin espacio.