El regreso del comediante es buena noticia. Pero también es una advertencia: lo riesgoso no fue el silencio, sino lo fácil que fue imponerlo.
Jimmy Kimmel volvió al aire. Respiramos. El sarcasmo sigue vivo en prime time. Pero como suele pasar con las democracias, lo preocupante no fue el final del episodio, sino lo fácil que fue montarlo.
Kimmel fue borrado de la pantalla, no por un error, ni por una baja de rating. Fue una omisión adrede. Un silencio disfrazado de pausa. La sospecha flotó: ¿hasta qué punto se puede criticar al poder sin pagar el precio?
En Estados Unidos, país que convirtió la libertad en una franquicia global (tan rentable como Starbucks), el regreso de un comediante se siente como una victoria. Pero en realidad deja un sabor amargo: si hacer preguntas incómodas te pone en pausa, ¿qué pasa con quienes no tienen un micrófono tan grande para volver?
Que el humor político incomode no es novedad. Aristófanes, Lenny Bruce, Carlin, Pryor. En México, Cantinflas y Héctor Suárez. El humor ha sido una forma de contrapeso, una verdad disfrazada de carcajada. Lo que sí es nuevo es el tipo de censura: ya no se llama represión, se llama algoritmo, línea editorial, presión legal, retiro de patrocinios, berrinche presidencial.
La ironía es que Kimmel regresa, pero el precedente queda. Un comediante puede desaparecer del aire por criticar al presidente, pero deja claro que el humor ya no es libre por ser gracioso, sino tolerado mientras no moleste demasiado.
John Stuart Mill escribió que las ideas solo se fortalecen en la confrontación. Voltaire defendía el derecho a decir tonterías, precisamente porque en ese caos germina la verdad. La comedia política se vuelve tan riesgosa que muchos talentos prefieren refugiarse en chistes del dilema de cerrar 27 pestañas en el navegador o los vericuetos de compartir Netflix con tu ex. El espacio público se achica. Se vuelve predecible. Y eso, como cualquier comediante sabe, mata cualquier punchline.
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¿El aprendizaje? Que la censura no necesita ser permanente para ser efectiva. Basta una pausa para que el miedo haga su trabajo.
Kimmel volvió. Pero hay otros que no se atreven.