Opinión

Libertad más allá de la pobreza

pobreza
pobreza

Herbert Marcuse fue un filósofo que, más que recetas políticas, nos dejó advertencias profundas sobre la condición humana. Su mensaje central es sencillo pero poderoso: superar la pobreza material no basta si seguimos atrapados en dinámicas que limitan nuestra libertad y creatividad.

En El hombre unidimensional explicó cómo las sociedades modernas tienden a reducirnos a consumidores conformes. Lo escribió hace seis décadas, pero parece describir lo que vivimos hoy: tecnología que podría liberarnos y, sin embargo, muchas veces genera más presión; publicidad que crea deseos que no necesitamos; cultura que privilegia lo inmediato sobre lo profundo.

Pensemos en ejemplos actuales. Una persona puede tener ingresos estables y aun así vivir esclava de deudas por perseguir apariencias. Otra puede disponer de tecnología avanzada, pero no tener tiempo para disfrutarla porque el trabajo ocupa cada espacio. O una comunidad puede acceder a entretenimiento sin fin y, al mismo tiempo, perder capacidad de reflexión y diálogo.

El valor de Marcuse está en recordarnos que la verdadera libertad no se mide solo en lo que acumulamos, sino en cómo usamos lo que tenemos. Nos invita a distinguir entre necesidades reales y deseos impuestos, a valorar el tiempo libre como un bien irremplazable y a entender la cultura y la educación como llaves de una vida plena.

Llevarlo a la práctica significa cosas muy concretas: aprovechar la tecnología para ganar tiempo de vida y no para vivir más rápido; educar a los jóvenes para cuestionar y elegir con criterio; consumir de manera responsable; y fortalecer actividades que despierten creatividad, convivencia y confianza mutua.

Superar la pobreza material es esencial, pero el reto mayor está en lograr sociedades que fomenten la libertad interior, la serenidad y la capacidad de crear. Porque podemos estar rodeados de bienes y comodidades, y aun así no ser verdaderamente libres.

Marcuse no pertenece a ninguna ideología: pertenece al terreno de las advertencias que trascienden lo político. Nos recuerda que la abundancia solo vale la pena si se traduce en humanidad, y que el progreso solo es real cuando se vive con sentido, equilibrio y libertad.

Hacer el bien, haciéndolo bien.

Tags

Lo Último