El próximo 27 de octubre, la humanidad celebra el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, una fecha que nos invita a mirar hacia atrás para comprender mejor quiénes somos y hacia dónde vamos. Usted y yo, que formamos parte de esta sociedad global, estamos inmersos en una corriente incesante de imágenes, sonidos y mensajes.
Cada día, cientos de estímulos se pelean por su atención, por su tiempo, por su mente. Y, sin embargo, en medio de ese flujo constante de información, a veces olvidamos mirar con detenimiento las huellas que el pasado nos ha dejado grabadas en cintas, películas, grabaciones y documentos sonoros que, más allá de su soporte, contienen las voces de la humanidad. Los archivos audiovisuales son, en efecto, “una ventana hacia la vida de las personas y las culturas del mundo”. En ellos palpita nuestra historia compartida, nuestros aciertos y contradicciones, nuestras expresiones más hondas y nuestras búsquedas más universales.
Cada fotografía antigua, cada fragmento de una película o grabación de campo guarda la expresión de una época, un modo de hablar, de mirar, de sentir. Por eso, cuando los preservamos, no sólo cuidamos de objetos materiales “cuidamos de nuestra memoria colectiva”, de esa red invisible que nos une más allá del tiempo y del espacio. Como sociedad, necesitamos volver a las fuentes auténticas del conocimiento.
En un tiempo dominado por la sobreabundancia de información, por las notas falsas y los contenidos efímeros, el patrimonio audiovisual nos ofrece un ancla de certeza y de belleza. Allí se conservan voces reales, imágenes verdaderas, y testimonios que no se fabricaron para manipular, sino para contar, para registrar, para dejar constancia. Y cuando usted se detiene a escuchar una grabación antigua o a mirar un documental restaurado, está participando de una forma auténtica de memoria, de una evidencia contra la confusión, del arte contra la banalidad.
En este 2025, la UNESCO nos recuerda la importancia de conservar y hacer accesible ese patrimonio a las generaciones futuras. Pero esta tarea no compete sólo a los organismos dedicados a la preservación de la memoria documental. También es una responsabilidad de todos nosotros, como ciudadanos y como espectadores, como seres humanos que queremos mantener vivo el pulso de lo hermosamente hecho.
Cuando, simplemente, se valora la calidad sobre la cantidad, y lo bien hecho sobre lo que abunda, en medio de un mundo que premia lo inmediato y lo viral, “reaprender a mirar con detenimiento” es casi un acto espiritual. Es recordar que el arte y la cultura son nuestras raíces, nuestros baluartes, nuestras fuentes de salud social y emocional.
Conservar las creaciones humanas de belleza y bondad es sostener una vena de social que nos da sentido y pertenencia. Porque no hay futuro sin memoria, ni identidad sin arte. Cada archivo restaurado, cada cinta digitalizada, cada sonido recuperado nos devuelve algo de lo que somos.
Este Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, es una ocasión para valorar lo auténtico, lo estético, lo ético; revalorar aquello que nos conforma en estos tiempos que parecen tan desorbitados. Usted y nosotros formamos parte de esta tarea común: conservar la belleza, rescatar el conocimiento y mantener encendida la llama de nuestra memoria de bien.

