Lilly Téllez, la senadora panista metió mucha tensión en la Cámara Alta. No guardó nada y se lanzó dardos directo al pecho de Gerardo Fernández Noroña, gritándole en plena sesión: “Llora por Carlos Manzo, imbécil”. El reclamo de la panista encendió el pleno. Denunció que en el Senado nadie quiere hablar del asesinato del alcalde de Uruapan, y se atrevió a ir más allá: mencionó presuntos vínculos de algunos políticos con el crimen organizado. Pero apenas empezaba a subir el tono, los del oficialismo le cortaron el micrófono. Literal. Silencio forzado. ¿Censura? ¿Control de daños? Lo cierto es que la acusación quedó lanzada y el Senado se convirtió, una vez más, en ring de acusaciones entre bancadas. Y mientras tanto, el nombre de Carlos Manzo sigue sin encontrar justicia, no respuestas claras.
Karoline Leavitt, vocera de la Casa Blanca, no quiso meterse en camisa de once varas tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y lanzó la clásica línea diplomática: “Rechazamos toda forma de violencia política”. Pero lo que realmente levantó cejas fue lo que vino después: “Trump respeta mucho a Sheinbaum y valora la coordinación con México”. ¿Cómo? ¿Ahora resulta que el republicano y la presidenta de México son casi socios estratégicos? Mientras en México la oposición lana acusaciones pro presuntos vínculos de poder con el crimen organizado, en Washington todo es armonía, respeto y... ¿Qué más habrá?

